Escrito y dirigido por Juan López Docón va : Sobre la historia de Hellín a través de recortes de prensa,entrevistas, charlas con los ancianos,reportajes de vídeos y fotografías, historias de los echos que pasaron, sus calles, atra vez de libros de hellin y muchísimo más.
domingo, 23 de octubre de 2022
Exposición fotográfica de un hellin antiguo. Juan López Docón y televisión local de hellin
Los danzantes de Isso y la Santa escuela de Cristo. Juan López Docón .
LOS DANZANTES DE ISSO Y LA SANTA ESCUELA DE CRISTO
LOS DANZANTES DE ISSO
La danza se bailaba antes de la Reconquista y se ejecutaba su presencia en los velatorios de los vecinos de la Pedanía de Isso que fallecian y por esotiene su origen la danza guerrera que posteriormente pasó a ser religiosa, conservando su tipismo por las ánimas y los difuntos.
Estas tradicionales danzas, formadas únicamnete por hombres procedentes del medio ruralejecutaban sus bailes en los días de Navidad, concretamente el día 25, nacimientodel Señor y el día 28, Día de los Santos Inocentes. Acompañaba a las danzas un conjunto de músicosque tocaban guitarras, bandurrias y laudes. Sus coplas eran sencillas, con un sentir popular.
Las danzas que se ejecutan, son tan violentas y viriles, que al final de las mismas producen gran cansancio físico.Siempre han gustado mucho por su originalidad, por su sencillez y por sus giros ymovimientos que hacen diferenciarlas de todas las danzas que se conocen.
Fue fundada en Hellín el 15 de Julio de 1726 como consta en el libro constitucional de la Congregación y Escuelas de Nuestro Señor Jesucristo, editado en Valencia en 1868.
En el Santuario del Rosario y en el libro de actas de laCofradía de la Virgen, en el año 1737, se indica que el santero encargado de las llaves del Santuario tenía el deber de abrir las puertas los días que celebrase cultos la Escuela de Cristo.
A mediados del siglo pasado, en las procesiones de Semana Santa, la Escuela disponía de 350 cruces de varios tamaños, que las cedían a los penitentes mediante una pequeña limosna para que acompañaran a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Las filas de penitentes que
pertenecían a la Escuela de Cristo iban precedidos de tambores, costumbre que hoy también perdura.
Por los años 80 del siglo pasado desapareció la Escuela de Cristo, contando entonces 48 hermanos, 8 clérigos y 40 seglares. Casi a cien años de su desaparición, la directiva de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, en sesión celebrada el día 15 de marzo del año 1974, se toma el
acuerdo de instaurar de nuevo la Escuela de Cristo, un grupo de hellineros, amantes de las viejas raíces y tradiciones de nuestro pueblo, la removieronde sus cenizas.
La función principal de la Santa Escuela de Cristo era la
difusión de los Ejercicios Espirituales de la poblaci¢n, as¡ como la
obligación de socorrer a los pobres y enfermos transe£ntes y acompañar a los reos de
muerte en el pat¡bulo, que se montaba delante de la desaparecida Ermita
de Santa Barbara.
Las primeras constituciones datan del siglo XVIII, donde se definen todas las labores que ten¡an que realizar los cofrades, entre otros los anteriormente mencionados.La indumentaria no ha variado a lo largo de los años y se trata del tipico saval penitencial, con cordón blanco.
En el recorrido que se realiza por el barrio antiguo, de reminiscencias
musulmanas, portan un Crucificado y cuatro faroles.
El Miercoles Santo por la noche, tiene lugar, una autentica procesión de penitencia, a cargo de los componentes de esta Escuela a la que se asocian, numerosos penitentes y una gran masa de gentes. Recorren las calles de Hellin antiguo, recoletas, llenas de silencio y el rezo del Via Crucis, pone en la noche, un sentimiento de devoción, marcado por la solemnidad del momento.
sábado, 22 de octubre de 2022
Dolores Abril entrevistada por el legado
Entrevista en el programa EL LEGADO a la artista hellinera Dolores abril,
_ Cuando Juan murió se llevo medio corazón mio, como comprederas con medio corazón no se pude vivir igual. Dijo mas o meno en una parte de este video
Fotografía de una pareja de artistas. Juan López Docón
Macanaz y su propuesta de reforma del Santo Oficio 3 parte. Juan López Docón
Macanaz y su propuesta de reforma del Santo Oficio de 1714 3ª Parte
Melchor de Macanaz ilustre hellinero (fotografía del archivo del autor).
Fotografía de portada del periódico ABC del dia 21 de Octubre del 1908, dónde ponen una placa ó lapida como homenaje a Melchor Rafael de Macanaz.(Fotografía cedida por el archivo del periódico Abc).
"Para comprender este intento del Inquisidor general Baltasar de Mendoza de establecer su supremacía, ampliando el ámbito de sus competencias de gobierno y su potestad jurisdiccional sobre las atribuciones privativas del Consejo de la Inquisición, hemos de tener en cuenta que, como han advenido J. A. Escudero 27 y F. Barrios 29 sus respectivos ámbitos competenciales nunca estuvieron delimitados por normas claras y precisas, pese a que ambos órganos significaban piezas claves en la estructura inquisitorial. Las circunstancias políticas e históricas de cada momento, la personalidad definida de cada general del Santo Oficio y su carácter más
o menos autocrático explican que en algunos períodos la Suprema apareciese subordinada, y en otros que el Consejo influyese de forma determinante en las decisiones adoptadas por el Inquisidor general. A mantener esta incertidumbre contribuyó, junto a la carencia de una normativa precisa, imposible de ser alcanzada dada la naturaleza dual o mixta, política y
eclesiástica, de la Inquisición, la discusión planteada desde un principio sobre quién era el verdadero depositario de la jurisdicción pontificia delegada que ejercitaba el Santo Oficio. Se consideraba, por una parte, que la autoridad que ejercían los inquisidores derivaba directamente del Papa; más adelante se afirmó que el verdadero depositario de la autoridad pontificia
era el Inquisidor general, quien a su vez delegaba autoridad y jurisdicción
en los inquisidores. También es cierto que, en períodos de normalidad y durante amplios espacios de tiempo, la Suprema y el Inquisidor general procedieron de consuno, sin disputarse la supremacía, aunque no puede olvidarse tampoco que el voto de este último no era de calidad, valiendo tanto como el del resto de consejeros-inquisidores.
Las decisiones en el interior del Consejo de la Inquisición se adoptaban por mayoría de votos 29 Incluso en los casos de vacantes de Inquisidores generales, esto es, en el tiempo transcurrido entre la designación regia de éstos y el nombramiento pontificio, el Consejo de la Suprema llegó
por sí mismo a proveer plazas de inquisidores provinciales y de otros ministros y oficiales del Santo Oficio, aunque después la validez de tales provisiones dependiese efectivamente de la tolerancia o del afán de control del Inquisidor general electo. Al margen de las atribuciones economicas centradas en la administración de los bienes del Santo Oficio, disciplinarias y otras residuales, las competencias más amplias del Inquisidor general eran las relacionadas con la materia de nombramientos, ceses y traslados. Los ministros consejeros de la Suprema eran consultados por el Inquisidor general al rey mediante la presentación de una terna para
cada plaza. El monarca elegía uno de ellos, que a continuación era nombrado por el Inquisidor general, recibiendo también de éste su misióneclesiástica. El nombramiento de los inquisidores provinciales o de distrito,y de los demás ministros y oficiales del Santo Oficio, dependía directamente de su general, tras haber fracasado en 1643 un intento de arrebatarle
tal prerrogativa. Pese a su libertad de elección, el Inquisidor general, sin embargo, comunicaba en cada caso —y en especial cuando se trataba del fiscal del Consejo y de los calificadores del mismo el nombre designado a la Suprema, a fin de que sus miembros opinasen sobre su
idoneidad o no para el cargo, antes de adquirir firmeza el nombramiento.
Similares facultades poseía el Inquisidor general para el traslado y cese de dichos ministros y oficiales del Santo Oficio, aunque requiriéndose siempre la existencia de justa causa -.
Retomando el hilo de la causa seguida contra el P. Froilán Diaz, hemos de señalar que la muerte de Carlos lJ, ocurrida el 1 de noviembre de 1100, condicionó definitivamente tanto el desenlace de ésta como la resolución de la cuestión sobre deslinde de competencias que enfrentaba al
Inquisidor general Baltasar de Mendoza con los consejeros-inquisidores de la Suprema. La llegada a España dc Felipe de Anjou propició que los principales rivales de Mendoza, integrantes por descontado de la facción francófila, el cardenal Portocarrero y el gobernador del Consejo de Castilla y futuro arzobispo de Sevilla, Manuel Arias y Porres> —ambos miembros de la Junta de Regencia junto al propio Mendoza, los condes de Benavente y de Aguilar y la reina viuda—, prestasen apoyo decidido al Consejo de la Inquisición, consiguiendo que Felipe V, aun antes de entrar en Madrid, ordenase a Mendoza el 14 de fcbrero dc 1101 abandonar la Corte y reintegrarse a su Obispado. En la Real Orden (RO.) se prevenía que el Inquisidor general debería salir de Madrid en un plazo de veinticuatro horas, lo que fue interpretado en la Santa Sede como una formal suspensión o cese del Inquisidor general en su oficio, puesto que también.
"Macanaz y su propuesta de reforma de el Santo Oficio de 1714 ...2 parte. ..Juan López Docón.
Macanaz y su propuesta de reforma del Santo Oficio de 1714 2ª Parte
He aquí la segunda parte del escrito que os sigo trancribiendo
"La decidida voluntad de Felipe V de conseguir un efectivo control
sobre el Santo Oficio, sometiéndolo al poder absoluto de la Corona, imponiendo
su autoridad de modo radical sobre el Inquisidor general lo que resultaba imprescindible en un instituto tan jerarquizado y centralizado,quedó claramente de manifiesto cuando el 3 de noviembre de 1704 ordenó que el dominico Fr. Froilán Díaz, que había sido confesor
del difunto Carlos II, fuese liberado de la prisión inquisitorial que sufría.
De acuerdo con el mandato real, que decidió asimismo que el Consejo de la Suprema, y no el Inquisidor general, debía examinar los autos de su causa, el 17 de noviembre aquél consultó, conformándose el monarca con el dictamen, que el antiguo confesor fuese restituido al ejercicio de su plaza de consejero-inquisidor, con todos los gajes, honores y preeminencias
anejas. Se ponía fin, de esta forma, al último intento de un Inquisidor general de imponer su supremacía sobre los consejeros de la Suprema 2, De este caso que, como tendremos ocasión de comprobar, Macanaz explotará con reiteración en sus escritos pro domo sua, nos interesa destacar.
sin embargo, la autoridad temporal superior que el monarca español no dudó en imponer sobre el Santo Oficio y, especialmente, sobre su general, y la defensa de las regalías de la Corona que tal actitud significó y supuso.
En abril de 1698 Carlos II, por influencia del cardenal-arzobispo de Toledo, Luis Manuel Fernández de Portocarrero y Guzmán, que dirigía la facción francófila de la Corte, había sustituido en el confesionario regio al dominico Pedro Matilla, más próximo a los austrófilos que capitaneaba su segunda esposa, la reina María Ana de Neoburgo, por otro miembro
de la Orden de Predicadores, Pr Froilán Diaz, catedrático de teología de la Universidad de Alcalá.¡A juicio de algunos, el elegido era «hombre simple y sincero, cuya vida había transcurrido en conventos y colegios, y que nada sabía de intrigas ni política». En poco tiempo pudo confirmarse el acierto de esta estimación, así como la torpeza y escasas dotes diplomáticas
desplegadas por el nuevo confesor real. En una Corte en la que se intrigaba y luchaba despiadadamente por conseguir que el débil Carlos 11 nombrase heredero de la Corona de España a Felipe de Anjou o al archiduque Carlos de Habsburgo, muy pronto comenzaron las conjuras para derribar al titular de un empleo tan influyente y próximo al monarca.
Inconsciente y torpemente, el P. Froilán Díaz contribuyó a debilitar su posición
fomentando las discordias dentro de su propia Orden, hasta el punto de resultar elegido en capítulo como provincial de los dominicos uno de sus más enconados enemigos, Fr. Nicolás de Torres Palmosa, quien en su momento propiciaría su caída y desgracia.
La salud del rey, mientras tanto, empeoró notablemente, sus convulsiones y desmayos se hicieron cada vez más frecuentes y graves, lo que, unido a la falta de descendencia, extendió la opinión generalizada de queestaba hechizado. El Inquisidor general Diego Sarmiento de Valladares, consejero de Estado y presidente del Consejo de Castilla, había presentado
tiempo atrás tal cuestión a examen de la Suprema, que había debatido sobre ella sin llegar a adoptar ninguna decisión. El 29 de enero de 1695 falleció Sarmiento de Valladares, sucediéndole el general de la Orden de Santo Domingo y arzobispo de Valencia, Juan Tomás de Rocaberti y
Rocafulí. En enero de 1698, Carlos II consultó en secreto a Rocaberti acerca de los rumores que atribuían su debilidad a brujería, pidiéndole que investigase el asunto y procurase remedio. De común acuerdo, Portocarrero, Rocaberti y Froilán Díaz convinieron en que el monarca debía
ser exorcizado, según los ritos eclesiásticos, para destruir el hechizo. Carlos II condescendió, y el confesor real ejerció de exorcista en varias ocasiones.
Se extendió cl rumor de lo que acontecía en palacio, y el P. Díaz llegó a saber que otro fraile dominico, antiguo condiscípulo suyo, Antonio Alvarez de Arguelles, exorcizaba en Asturias, en el convento de monjas de Cangas de Tineo, a varias que aseguraban estar poseídas por el demonio.
Froilán Díaz sugirió que resultaba preciso obligar a los demonios de Cangas a revelar las causas de la enfermedad del rey y, con el apoyo directo y expreso del Inquisidor general Rocaberti, encargó a Arguelles que obtuviese de ellos, por medio de conjuros eclesiásticos, la declaración
de si era cierto o no que Carlos II estaba hechizado, así como los remedios
que resultarían eficaces para romper el encantamiento ~.
Durante un año, el destino de la monarquía, en crítica situación política y económica, aparece patética, esperpénticamente enlazado más aún si cabe que durante los anteriores años del reinado con la enfermiza debilidad física y mental del que estaba llamado en primer lugar a dirigirla y salvaguardaría. Los conjuros y exorcismos se llevaban a cabo, unas veces en casa del ministro inferior del Santo Oficio José del Olmo, otras en la sacristía del convento de Atocha, en la cámara del rey en el Alcázar, o en el palacio del Buen Retiro 1 Este estado de cosas se prolongó
hasta el fallecimiento de Rocaberti. acaecido el 19 dc junio de 169S. Carlos II designó como sucesor en el generalato del Santo Oficio al cardenal y consejero de Estado Alonso Fernández de Córdoba y Aguilar, quien murió el 19 de septiembre de 1699, el mismo día en que llegaba a España el breve pontificio confiriéndole la misión canónica .Para entonces, el monarca se hallaba tan débil que la reina María Ana de Neoburgo, resentida de su forzada separación y deseosa de apartar de la influencia de su esposo a la facción francesa, a instancias del duque de Pastrana, consiguió la designación como Inquisidor general del obispo de Segovia, Baltasar de Mendoza y Sandoval ‘¾partidario del archiduque Carlos. El 31 de octubre de 1699, Inocencio XII expidió los dos breves, de nombramiento y de dispensa de la obligación de residir en su Obispado por un
período de tres años, tomando posesión de su empleo Baltasar de Mendoza el 3 de diciembre del mismo año.
Muerto Rocaberti, se trataba de eliminar a Froilán Díaz, separándole del confesionario. Mendoza convenció a Carlos II de que debía despedir al E Díaz, lo que así hizo el monarca, no sin antes acceder a su elección como obispo de Avila. El nuevo Inquisidor general, sin embargo,
evitó que se le expidieran en Roma los indispensables breves de nombramiento, y el electo nunca llegó a ocupar su mitra. No fue éste el principal contratiempo que sufrió el P. Diaz. Mendoza inició contra él un proceso inquisitorial como sospechoso de herejía, por supersticioso y reo de doctrina
condenada por la Iglesia, pues había dado crédito a los demonios, sirviéndose de ellos para descubrir cosas ocultas. Froilán Díaz fue interrogado, pero rehusó contestar sin permiso del rey, bajo cuyas órdenes, y en especial la de mantener el secreto, había actuado. Mientras tanto, su
enemigo dentro de la Orden, el provincial Nicolás de Torres Palmosa, fue nombrado confesor regio. Al poco tiempo, en uso de su autoridad, consiguió que el P. Arguelles, desde Cangas de Tinco, le entregase las cartas que durante los meses anteriores le había remitido Froilán Díaz, con las que pudo acusarle ante la Suprema en nombre de la Orden.
El Inquisidor general hizo que declarasen testigos, que fuesen examinadas las cartas e interrogado de nuevo el antiguo confesor de Carlos II. Froilán Díaz admitió únicamente que había actuado obedeciendo órdenes de Rocaberti, atendiendo la petición apremiante del monarca, y siguiendo en todo la doctrina de Santo Tomás de Aquino y otros doctores, que sostenían la licitud de inquirir a los demonios en utilidad de terceras personas, dado que la divina providencia les podía compeler a decir la verdad • Pese a todo, Mendoza dispuso que cinco teólogos de su confianza, presididos por un consejero de la Inquisición, Juan Bautista Arzeamendí, ante el secretario de dicho Consejo, Domingo de la Cantolla, examinasen la causa. Todos dictaminaron unánimemente el 23 de junio de 1700 que no había motivo suficiente para proceder contra el reo, dado que no existía en el sumario proposición ni hecho que mereciese nota teológica.
Pese a este revés, el Inquisidor general llevó la causa a la Suprema proponiendo decreto de prisión contra cl R Díaz. Los consejeros se negaron a aceptarlo por considerarlo contrario a la justicia y leyes del Santo Oficio, conforme al dictamen expresado por los cinco calificadores . El
8 de julio, Mendoza remitió un auto al Consejo dc la Suprema para su ejecución, ordenando prender a Froilán Díaz y encarcelarle. Los consejeros de nuevo se negaron unánimemente, representando que «no podia rubricar y firmar lo que no havian votado todos, o la mayor parte» de ellos.
Ese mismo día, Mendoza ordenó a los tres consejeros de mayor antigliedad (Juan Antonio Zambrana, Juan Bautista Arzeamendi y Juan Miguéez) que permaneciesen en su domicilio como arresto, mandando al tribun al de distrito de la Corte que procesase al secretario de la Suprema que se había negado a refrendar el auto. Los tres consejeros-inquisidores fueron
jubilados con la mitad del sueldo, y uno de ellos, Miguélez, detenido y recluido en el colegio de la Compañía de Jesús en Santiago de Compostela .Mendoza les acusaba de «temerarios, infieles, desobedientes, desatentos, tenazes en sus dictamenes, é incapazes de servir la ocupaclon El El secretario, por su parte, fue desterrado de la Corte, En vista de la situación y del peligro que corría, Froilán Díaz obedeció en un primer momento la orden de Mendoza de recluirse en el convento de dominicos de Valladolid, pero después huyó a Roma. El Inquisidor general, con el auxilio del nuevo confesor regio, convenció a Carlos II de que este hecho suponía una ofensa a las regalías y prerrogativas de la Corona, pues estaba prohibido todo recurso al Papa contra la Inquisidores demostraba la justicia y gravedad de las causas que le habían impulsado a solicitárselo.
"Macanaz y su propuesta de reforma del Santo Oficio de 1714" 1 Parte..Juan López Docón
JOSE MARÍA VALLEJO GARCÍA-HEVIA , a dicho escrito le puso de titúlo :"Macanaz y su propuesta de reforma del Santo Oficio de 1714" , yo pienso que les gustaria leerlo a ústedes tambien, aquí os lo transcribo:
Macanaz y su propuesta de reforma del Santo
Oficio de 1714 JOSE MARIA VALLEJO GARCÍA-HEVIA
A mis padres
1. INTRODUCCIÓN.
EL OBJETIVO DE UNA SUPERVIVENCIA INSTRUMENTALIZADA DE LA INQUISICIÓN EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL REINADO DE FELIPE V (1701-1715).INTENTOS DE CONSEGUIR SU EFECTIVO CONTROL Y SOMETIMIENTO AL PODER REAL ABSOLUTO. EL PROCESO`SEGUIDO CONTRA EL CONFESOR REGIO FRAY FROILÁN DÍAZ: SUS DERIVACIONES Y CONSECUENCIAS.
Resulta indudable que con el advenimiento al trono de España de Felipe y, representante de una nueva familia dinástica, las relaciones entre la Corona y e! Santo Oficio, al menos durante los primeros años de aquel su largo reinado, experimentaron perceptibles variaciones en relación a épocas pretéritas. Desde la primera instrucción de 3 de diciembre de 1700,mediante sucesivas cartas y avisos, Luis XIV procuró influir e inculcar en el ánimo de su nieto máximas generales y recomendaciones concretas de buen gobierno, por cuya aplicación práctica velaron los consejeros franceses que acompafiaron o después le fueron enviados a Felipe V desde el vecino país: el hacendista Jean-Baptiste Orry, el embajador (1105-1709)
Michel Jean Amelot de Gournay, marqués de Gournay, la cortesana Anne-Marie de la Trémouille, princesa Orsini o de los Ursinos, e incluso el confesor real, el jesuita Pierre Robinet, entre los más conocidos’. Las tesis gaicanas sobre el poder limitado de la Santa Sede, sostenidas por el Rey Sol para asegurar la primacía de la Corona, su pretensión de controlar en términos
absolutos tanto la Iglesia como el Estado, y la estimación de que aquélla constituía una parte de éste, sujeta a los dictados del soberano, hubieron de influir, sin duda, en la política de instrumentalización de la Inquisición desplegada por el primer Borbón español ~. Un sexagenario,atemperado y prudente Luis XIV recomendaba en 1704, en efecto, paciencia
y mesura en las disputas con la Santa Sede, pero siempre procurando a la vez que esta táctica no supusiere y conllevase pérdida de derechos,«a reserva de hacerlo(s) prevalecer en tiempos más tranquilos»3.
Desde esta perspectiva, el Santo Oficio debió parecer un resorte de poder precisado de un severo control para ser doblegado a la obediencia de la potestad real, pero, al mismo tiempo, un recurso excepcional para el afianzamiento de la causa borbónica en el difícil trance de la guerra de Sucesión. En este sentido, J. A. Llorente4 culpará a Felipe V de la persistente actividad de la Inquisición durante su reinado, por causa de la «política errada» que le había enseñado su abuelo Luis XIV de Francia.
La guerra de Sucesión es quizá el periodo más oscuro de toda la historia de la Inquisición española, dentro de un siglo como el xviii, lastrado y perjudicado respecto a otras centurias por la escasez de estudios en esamateria, y de un adecuado tratamiento historiográfico. Lo que sí se puede afirmar es que el Santo Oficio tomó partido y apoyó con firmeza la causa borbónica. Pese a que el pretendiente francés se negó a presidir un auto general de fe en 170 1~, no desaprovechó la valiosa ayuda que el Tribunal le brindaba, ni la cooperación ofrecida por el Inquisidor general, Nidal Marín, obispo de Ceuta<. La estructura centralizada del Consejo de la Santa,General y Suprema Inquisición, y su condición de único sínodo de la Administración central española que extendía su jurisdicción sobre todos los reinos dc la monarquía, explican su exitosa resistencia a la fracturación y al peligro de disgregación que la guerra civil suponía, aun en los territorios sometidos al poder del archiduque Carlos de Austria. Tras la ocupación de Barcelona por las tropas imperiales, la mayor parte dc los integrantes del tribunal de distrito de la ciudad (dos inquisidores y uno de los secretarios del secreto) huyó precipitadamente hacia los dominios de Felipe de Anjou,que había desembarcado el 28 de noviembre de 1706 en las playas de Almería Desde un principio, el Consejo de la Suprema ordenó a los tribunales,de distrito que exigiesen de todos sus oficiales y empleados formal fidelidad al pretendiente francés, calificando, pues, virtualmente la infidelidad no ya como un delito político de traición, sino como un pecado de herejía,para cuyo conocimiento era competente, por consiguiente, el Santo Oficio. Un edicto de la Suprema de 9 de octubre de ese mismo año hizo público que el Papa Clemente XI había amenazado con castigar a los sacerdotes que vacilasen en su devoción al rey, pero como algunos persistían en recomendar desobediencia desde el confesionario y liberaban del juramento de fidelidad a sus penitentes, dado que ello suponía un manifiesto abuso del sacramento y era atribución de la Inquisición velar por la pureza de la fe, ordenaba perentoriamente a los feligreses así adoctrinados que denunciasen a sus confesores en el término de nueve días, bajo pena de pecado mortal, excomunión mayor latae sententiae ipso facto incurrenda y otras discrecionales>. Además de delatar a los confesores que solicitasen, aconsejasen o de alguna manera indujesen a «tan execrable delito», se mandaba denunciar al Santo Oficio a todas las personas de quienes se supiera o entendiese haber sostenido que era lícito faltar al juramento de fidelidad prestado en favor de Felipe V.
Como ha puesto de relieve H. C. Lea<, la Inquisición resulté también especialmente útil en la persecución de los eclesiásticos austracistas, situaneral. Un conflicto jurisdiecional a pridos fuera del alcance de la potestad jurisdiccional de los tribunales reales ordinarios y militares, incluso en los casos en que ni remotamente mediaba cuestión alguna de herejía. Los sucesos de 1706, la conquista y pérdida de Madrid por el pretendiente Habsburgo y las rebeliones de Cataluña y Valencia originaron cierto número de juicios por alta traición.
Uno de ellos fue el del clérigo Iuan Fernando de Frías, antiguo fiscal del Consejo de la Inquisición, de quien Felipe V informó al Inquisidor general Vidal Marín, refugiado entonces en Burgos junto a los restantes consejeros de la Suprema, que había sido detenido y que le sería entregado para ser juzgado enjuicio sumarísimo. Más adelante tendremos oportunidad de conocer algo de las actividades de Frías, y las razones por las que terminó siendo acusado de traición. El 13 de agosto el Consejo de la Inquisición respondió que había puesto bajo segura custodia e incomunicado al detenido, que el Inquisidor general había comisionado al prior de Santa María de Palacio
de Logroño para formar parte del tribunal, que se tardaría lo menos posible en la comprobación de los hechos y en el castigo de Frías, y que el rey podía confiar en el pronto cumplimiento de sus deseos y satisfacción de la vindicta publica, pues «la jurisdicción apostólica de la Suprema llegaba
hasta la imposición de la pena de muerte». Incluso parece que el Consejo de la Inquisición expidió con carácter general comisiones a los tribunales de distrito para actuar en casos semejantes. En 1707, uno de los inquisidores de Valencia, Isidro de Balmaseda, figuraba como inquisidor y juez apostólico contra los eclesiásticos disidentes en la causa seguidacontra un hermano lego, Fr. Peregrín Gueralt, a quien se imputaba, según testimonios aducidos en la sumaria, ser partidario del archiduque Carlos y eficaz espía de los aliados, que a su regreso había difundido falsas noticias,«perturbando Ja mente de muchos». En e] sumario se omitió la acusación fiscal, los inquisidores confirmaron por sí mismos las pruebas y,sin someterlas a los calificadores, detuvieron a Gueralt. Si bien todavía no puede hablarse de una Inquisición domesticada y manipulada a capricho.según los intereses del gobierno y del Estado, sí puede contemplarse durantelos años de la guerra de Sucesión a un Tribunal del Santo Oficio instrumentalizado políticamente, quizas conscientes sus miembros de que su
supervivencia en aquellos complicados tiempos dependía de la utilidad que mostrasen a los que ostentaban el poder temporal ¼De ahí que también extendiese aquél su actividad censora a la publicística (libros, folletos,carteles, hojas volanderas) favorable a la causa austracista y a la personadel archiduque Carlos........(Continuará).....
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