miércoles, 5 de octubre de 2022

La subida al calvario. Juan López Docón

En el blog de Recordando el ayer saque este escrito de la revista  literaria MACANAZ lo publiqué  lunes, 29 de octubre de 2012 hace justo diez años..

Mirando  la revista Macanaz  aparecia en uno de sus numero este escrito que hoy les relato

Fotografía del calvario.(fotografía archivo del autor).


La subida al Calvario

Por J. MARCO...Canónigo



Creo que no exagero si digo que la Semana Santa de Hellín es su fiesta más popular y emocionante.
Sean creyentes, fervientes o fríos, al llegar Semana Santa, todos los hellineros se sienten electrizados por el mismo afán de sus Procesiones, cada año más hermosas y atrayentes. Y ¡ ay! de los ausentes esos días de Hellín, que son los estrictamente impedidos de acudir, pues tendrán que vivir sólo con el cuerpo fuera teniendo su alma toda en sus procesiones.
La Procesión de las Palmas resulta de un encanto y misticismo insuperable. Se puede considerar como la proclamación solemne del estado procesional clásico, que es el ambiente que se respira en todo y por todos hasta la Procesión del Resucitado, en que se encuentran y explotan los entusiasmos del pueblo y Hermandades todas en el vistoso encuentro.
Las dos notas más típicas son los célebres tambores y la subida al Calvario. ¿Desde cuándo data esa nota de los tambores, y cuáles son sus antecedentes y variantes con relación a las Procesiones? Allá los eruditos en costumbres populares. Lo cierto es que no siendo hellinero y no habiendo convivido varios años en Hellín no es fácil ni posible formarse una idea del matiz y partido que sacan de los tambores para realzar sus procesiones.
La otra nota de gran sabor religioso es "La Subida al Calvario". Muy de mañana da comienzo el gran desfile de Pasos, Hermandades y pueblo por el lado derecho del montecito, que al norte de la ciudad sirve de piadoso Monte Calvario. Acompañan orquestas interpretando himnos y estrofas doloridas a la insigne Dolorosa de Hellín, siempre bella y dulcísima, pero esa mañana más hermosa y compasiva que nunca.
El sol naciente alumbra suave y acariciador la cumbre del Monte Calvario en el preciso momento de la llegada a él de todas las imágenes. Hermandades y masa popular ofreciendo un emocionante y sugestivo a la vista por los variados colores de tanta túnica y los brillantes reverberos en los tronos bruñidos y bombas de cristales polícromos al oído por tanta súplica y clásicos himnos; y al corazón por la exuberancia de piedad y sentimiento religioso.
El desfile se inicia en seguida con el mismo orden y compostura por la vertiente derecha del montecito, sagrado para los hellineros por tan piadosos actos y los ricos oratorios allí levantados a la Pasión del Redentor.
Cada uno tiene sus preferencias y gustos, y sobrados motivos ofrece la Semana Santa de Hellín a los espíritus delicados y sentimentales. Para mi, "La subida al Calvario" es lo más: religioso, bello y característico de la Semana Santa en Hellín, y bien quisiera poder todos los años contemplarla desde el Plano del Rosario, en ese momento solemne de la llegada a la cumbre.
La razón que apoya mi preferencia es la semejanza que tiene el Calvario de Hellín con el auténtico de Jerusalén.
Leyendo en "Teatro de la Tierra Santa", de Adricomio, la descripción del Monte Calvario, entresaco, para ser breve, las frases siguientes: "Desde la casa de Pilatos al sitio en que se clavó la cruz en el Monte Calvario, hay 1.321 pasos. Como a la mitad de esta distancia empieza la subida al Monte Calvario. Para ayudar al Salvador alquilaron al Cirineo al salir de Jerusalén, y como al empezar la pendiente. El Monte Calvario estaba al septentrión de la ciudad. La hora en que llegó el Salvador al Monte Calvario con todo el cortejo, fué algo antes de medio día."
¿No es verdad que son coincidencias preciosas que avaloran muchísimo y dan gran relieve a "La subida al Calvario de Hellín", y justifican mi preferencia?

Una pequeña historia sin importancia

lunes, 29 de octubre de 2012

Una pequeña historia sin inportancia

CITAS:


La religión y la verdad son los fundamentos firmes y estables, y solamente feliz aquel príncipe a quien la viva luz de la naturaleza, con una prudencia cándidamente recatada, enseña el arte de reinar.

(SAAVEDRA FAJARDO: Política y razón de Estado.)





No hay en los Estados más honra que la conveniencia y el poder, pues en no haciéndose temer. no hay quien los estime.

(J. A. DE LENCINA: Comentarios políticos.)


Una pequeña historia sin importancia 



Por Ignacio RIVED


A vosotros, hombres de nuestro siglo, que todo lo compráis y todo lo vendéis, y a vosotros, cínicos que creeis enterrado el amor y la poesía porque nacisteis ya demasiado secos para entender el uno ni sentir la otra, voy a contaros una pequeña historia. Muy pequeña porque apenas si transcurre en una hora, pero muy grande si sabéis leer en ella lo que mi mano no sepa expresar como debiera.

Sucedió así:


El volvía a casa aquella noche andando a vivas zancadas para espantar el frío que se le pegaba a los pies desde el asfalto húmedo. Era una noche de febrero. Y el hombre, ni joven ni viejo, en esa edad en que se empieza a comprenderlo todo sin perdonarlo aún, regresaba de la redacción de un periódico. Iba allí de vez en cuando a entregar un trabajo: artículos que cobraba a duras penas y de los que esperaba, con el tiempo, obtener alguna colaboración fija.

Porque el hombre de mi cuento
-ni muy joven ni viejo ano-, era un hombre que no tenía empleo. O más bien que no quería tenerlo. Esto no significa que fuese un vago. No, no; de ninguna manera. El hombre de mi cuento trabajaba escribiendo, pintando... Quizás trabajaba más que otros, sin tener que entrar a hora fija en ninguna parte; pero no quería tener amo. Era, en fin, lo que las gentes llaman "un bohemio». Y el ser bohemio quiere decir que no siempre se tiene dinero. Aquella noche nuestro hombre no lo tenía. Por eso caminaba deprisa, golpeando con las suelas de los zapatos en un intento inútil por desentumecer los pies ateridos. ¿En qué pensaba? ¡Oh!, en muchas cosas... Pensaba, por ejemplo, en todas las estupideces que había oído en el periódico. Estupideces sociales sobre una sociedad mancillada por aquellos mismos que le dedicaban sus condolencias; estupideces cortesanas y untuosas hacia el jefe de la sección, con objeto de hacerse notar, con objeto de hacer méritos para un posible ascenso. Alabanzas y adulaciones mutuas, de dientes afuera; chascarrillos de cloaca entre los hombres... Coqueteos estudiados por parte de las mujeres. ¡Qué mundillo de monos vanidosos!
En todo esto iba pensando nuestro hombre mientras regresaba a casa. En todo esto y en lo poco agradable que era tener que acostarse sin cenar. Porque no iba a cenar, realmente: al trozo de merluza fría que entre dos rebanadas de pan se ocultaba en el bolsillo de su gabardina no podía llamársele cena. Y aparte de esto, todo su capital en el mundo eran un par de pesetas arrugadas y unas cuantas monedas en calderilla... Hasta que un editor "arruinado" --que aquella misma tarde, cuando fué a verle, fumaba cigarrillo tras cigarrillo rubio-se decidiese a pagarle lo que le debía.
Es cierto que podía tomar un café. Un café después de la merluza. Pero eligiendo bien el sitio y contando antes la calderilla, no fuese que no alcanzara...
Así llegó a casa. Metió la llave en la cerradura y subió lentamente los dos tramos de escalones. Hasta su estudio. Porque nuestro hombre tenía un estudio. En aquellos momentos iba pensando que casi era lo único que tenía. Una habitación ni muy grande ni muy pequeña; con algunos dibujos, colgados por las paredes, un montón de libros apilados en un ángulo, una cama, una mesa llena de papeles, una maceta de jeranios en el balcón .. Un estudio, en fin: ya sabéis lo que es.
Nuestro hombre se disponía a comerse la merluza, a fumar un cigarrillo hecho de briznas de colillas y a meterse en la cama. Empujó la puerta. Y en seguida vió que había estado ella .
Ella era una muchacha rubia, casi una niña aún, con el frescor de la primavera en las mejillas sonrosadas y el candor primitivo de los seres que ano no se han dado cuenta-para su fortuna-, de lo que es la Humanidad.
Era una mujer, pero lo mismo hubiera podido ser una flor, una brisa, o el trino de un pájaro en el bosque.
¿Por qué quería a nuestro hombre? ¿Por qué venía a verle a diario, exponiéndose a todas las maledicencias y a todas las murmuraciones? Quizás porque él tampoco era un ser civilizado. El había pasado ya del mundo. Ella no había llegado aún. Los dos estaban fuera del tiempo, tal y como lo miden los calendarios. Flotaban en el éter. El éter era "su" estudio.
Pues sí, nuestro hombre vió en seguida que ella había estado. Al principio en una presencia impalpable, que sólo las almas de la Naturaleza dejan. Luego, en una botella de leche, otra de café y otra de alcohol para el infiernillo renegrido que había encima de la mesa. Contempló un instante las tres botellas como se contempla el nacimiento de la hierba en primavera. Luego, guiado por el instinto de la costumbre, se dirigió hacia la cama. Debajo de la almohada había un papel doblado. Decía el papel: " ¡ Cómo siento no poder esperarte hasta que regreses a casa esta noche. Me gustaría hacerte componía. Pero se hace tarde y he de irme. Aquí mi alma, sin embargo, contigo. Algo más tranquila que yo misma, seguramente Duerme bien, corazón."

¡ Algo más tranquila que ella misma! Nunca ha sido tranquilo el viento, ni los pájaros que alborotan en el cielo, ni la espuma que riza la cresta de las olas... Pero ¡qué hermosos son!
Nuestro hombre retuvo en sus manos el papel y lo estuvo contemplando, unos instantes. ¿Vosotros creéis que los ojos de un hombre son menos viriles cuando se empañan? Yo creo que no. Mientras el café se calentaba en el infiernillo, se acercó al balcón y abrió las maderas. A través de los cristales empañados se veían las estrellas purísimas, como diamantes fríos y remotos.
Los ojos del hombre fueron de las estrellas a la llama del alcohol, cálida y retozona. Y le pareció ver en ambas el símbolo de la mujer. De las mujeres, mejores que los hombres, incluso en nuestra época. A veces nos abrasan como la llama, a veces nos ayudan a mirar hacia arriba, como los diamantes del cielo . Y ella era todas las mujeres en una sola.
Si no os dais cuenta de lo que sentía el hombre de mi historia mientras, en pie junto a la ventana, dejaba vagar la vista del infiernillo al cielo, no vale la pena que os lo explique yo tampoco.
Solo os diré que aquel hombre que no tenía nada, comprendió de pronto que tenía mucho más de lo que ninguna riqueza pudiera comprarle. Y dió gracias al cielo.
Se comió la merluza sin que le pareciese fría y el café con leche le supo a néctar de los dioses. No quiso apagar la llama del infiernillo . Dejó que se fuese consumiendo lentamente, muy lentamente, hasta que se acabó el alcohol. Después, con el cigarrillo en los labios, contempló durante un rato el cielo de febrero a través de los cristales empañados. Cuando se durmió con las doce campanadas de la torre vecina, su alma estaba limpia como la de un niño y poderosa como la de un rey: una mujer había venido a traerle café (¡qué poco!, ¿verdad?) y él tenía ojos para comprender la belleza de la llama y de las estrellas.

* * *

Eso es todo.

Ya os dije que era una historia sin importancia. Y ocurrió además hace mucho tiempo. Cuando el hombre era joven todavía.











Ante el Cristo Yascete de Víctor de los Ríos. . .Juan López Docón

Este articulo lo publiqué el blog de también histórico que tengo de Recordado el Ayer realizado viernes, 2 de noviembre de 2012, hace de esto diez años 

el Cristo yascete de Víctor de los Rios (Fotografías archivo del autor ).


Ante el Cristo yacente de Víctor de los Ríos

El tema de Cristo yacente ha tentado a todos nuestros imagineros del gran siglo y a algunos escultores posteriores.
Realmente, el más tremendo instante de la Pasión es atrayente para el arte por su hondo sentido humano, en que Dios ha llegado al límite máximo de ser Hombre para mostrarse de nuevo y para siempre como Divinidad. Jesús, el ser humano, ha alcanzado el final de su sacrificio redentor. Su cuerpo transitorio ha agotado todas sus resistencias materiales y ha venido a ser un cadáver como cualquiera de los pecadores que le rodean, pero martirizado por la salvación de éstos; de ese cadáver humano y perecedero, ya cumplida la misión terrestre como hombre, se alzará sobre las almas, arrepentidos y esperanzadas, el integro y radiante Dios Todopoderoso de la Resurrección...
Era preciso en la figura de Cristo yacente captar estéticamente ese difícil momento en que sobre el Hombre muerto con todo el dolor humano, para lo humano redimir, pesa la afrenta del patíbulo, para que, junto al máximo sufrimiento físico, se uniera la máxima humillación moral en una misma injusticia, y, a la vez, mostrar en su serenidad deífica Ia presencia próxima y latente de Dios, redentor de sus criaturas.
Dejando de un lado toda comparación odiosa en arte, aunque el de Víctor de los Ríos-tan entrañablemente español por su convivencia de lo culto y lo popular- resiste todas, hasta el enfrentarlo con los más grandes imagineros del Siglo de Oro, cuyo espíritu ha encarnado en él para mayor gloria de Dios, hay un aspecto trascendental en su nuevo Cristo yacente, que quiero subrayar como originalísimo en estas cuartillas.
Hasta ahora, descontando escasísimos ejemplos donde se ha procurado la emoción dramática, con un fino ser sentido de lo popular en los Cristos yacentes contorsionados caprichosamente o ensangrentados de modo, espectacular hemos carecido de una imagen del momento final de la Pasión de Cristo, como hombre, que tuviera un profundo y trágico realismo, limitado a la más lograda evocación cadavérica.
La mayoría de los Cristos yacentes aparecen muertos con una flexible irrealidad. Sus cadáveres, con una sensación de muerte natural, más con demacración de fiebre que de martirio, alejando idea de la tensión horrenda de la última escena de la Pasión que tan en nuestros corazones y en nuestras almas debemos tener.
Víctor de los Ríos ha superado plenamente este aspecto de Cristo yacente, consiguiendo tras lento estudio cuidadosamente, con su originalidad y su alto espíritu religioso, tan puro como el de un Murillo o un Martínez Montañés, el único cadáver del Hombre en que encarnó Dios tal como debió de ser.
Evoquemos dolorosamente el inolvidable crimen del Gólgota, en que para mayor dolor la injusticia de las leyes humanas triunfó.
Cuando las tres Marías, San Juan, el discípulo amado, Nicodemus y José de Arimatea se llegan a la Cruz-símbolo de ignominia que se transforma por el Redentor en signo de salvación-se hallar pendientes de ella el cuerpo humano, en que ha encarnado el Salvador, colgantemente desgarrado, frío, anquilosadas las contracciones de los músculos y de las articulaciones, en los terribles dolores últimos, con distensiones que perforan el humano Cuerpo Divino.
María, que, como Madre del Hombre y de lo hombres, ha sufrido, en sus siete e incontables dolores, el martirio y la muerte afrentosa de su Hijo, recibe, en sus brazos, cuando terminada la injusta y nefanda ejecución, se alejan los verdugos no ese cadáver suave y blanco, estrictamente armonizado en sus formas expresivas que, como es natural, ha aceptado el arte, sino el cuerpo yerto, con las distensiones envaradas del martirio, los hombros desencajados, las piernas contraídas, las manos y los pies magullados, con la hinchazón producida por los bárbaros golpes de Ia Crucificación ; el rostro y Ia carne toda violáceos, cárdenos, helados tras la agonía... Esta es la gran conquista artística y humana de Víctor de los Ríos en su Cristo yacente del Paso de Ia Virgen de las Angustias de Hellín.
Así, así. Así está el Cristo yacente de Víctor de los Ríos. Reflejando ese tremendo dolor humano. Pero dejando también latente otro más cruel aún :  el de su Divina Madre que se presiente.
Ese cadáver descolgado de la Cruz, que es cl Cristo yacente, de Víctor de los Ríos, parece que tiene las huellas de sus manos, que han pro curado embellecerlo con maternal amor.
El triste y martirizado cuerpo descolgado de la Cruz no debe presentar las huellas a afrentosas del patíbulo. María y sus acompañantes procuran colocar los brazos a lo largo del cuerpo, estirar las piernas encogidas, separar los pies clavados a la vez, elevar el torso hundido, colocándolo sobre cualquier túnica doblada, cerrando en lo posible los ojos que, bendiciendo a sus asesinos, nubló la agonía. Pero quedan las huellas imborrables: los hombros desencajados, las manos martirizadas, las piernas con los tendones contraídos, las heridas sangrantes, ya secas... María, la dolorosa Madre, y quienes descuelgan a Cristo de la Cruz, han tratado de borrar las señales del infamante patíbulo en aquel cadáver que se alzara de modo sobrenatural proclamando, precisamente en esta Cruz, la única verdad eterna.
Y ese es el momento elegido por Víctor de los Ríos para crear su Cristo yacente, el que ningún escultor hasta ahora había percibido en toda su integridad. He aquí el verdadero Cristo yacente en que el Hombre ha muerto hasta lo máximo y el Dios se anuncia, salvadoramente inmutable, por los siglos de los siglos.



La Feria de Hellin de 1896 Jose Martínez Olivares. ................. Juan López Docón

Encontré este escrito en la página online de facebook, en la sección Hellin y su gente .Escrito por José Martínez Olivares 


La feria 1896
fotografías, en la primera  vemos  gente en la calle  la Reina, luego se la llamo el arrabal  y  hoy la  conocemos como el Rabal, la segunda imangen se puede ver la noria una atracción de la feria  con sus trabajadores y gente (Fotografías archivo del autor del blog).

En el año de 1896, Eugenio ha cumplido diecisiete años y Juana anda por los catorce a punto de cumplir los quince y esperando para servir de moza en una casa de la calle de los Guardas. El padre de Eugenio, Antonio Andreu, le apremiaba para elegir profesión de cara al futuro, ya que al chico no le gustaba la perspectiva de trabajar en la tienda de la calle Soledad, pero como cualquier adolescente, estaba lleno de dudas y había decidido de aplazar hasta que volviese del servicio militar, la actividad a que dedicarse, mientras tanto seguiría en la tienda.
La Engracia había enviudado apenas nacer Juana y malvivían las dos con los trabajos esporádicos de la madre haciendo labores para una costurera de la calle del Cautivo, pues no podía dejar sola a la niña. Cuando Juana tuviese quince años, tenía la promesa de una señora de la calle de Guardias para que trabajase de moza.
El alumbrado público que se inauguró un año antes, cambió por completo a la villa de Hellín y a las costumbres de sus habitantes, sobre todo en invierno, pues al existir menos horas de sol, la gente poca amiga de la oscuridad se recogía en casa dejando las calles solitarias. En esa época, el Sr. Civera, director de la Sociedad Hellinense de Electricidad, era una de las personas más celebradas por todo el pueblo de Hellín.
La madre de Juana, la Engracia, relataba que durante la Feria de 1864 se produjo un gran incendio debido a un accidente provocado por el mozo encargado del alumbrado público de petróleo, y que prendió en varias casetas y que amenazó los comercios y viviendas de la calle de la Reina (el Rabal) Las pérdidas se estimaron en unos 23.000 duros que era una fortuna para la época. A partir de este año pensaba Juana, ya no existiría ese peligro latente.
La verbena de San Rafael había ampliado sus horarios por la iluminación eléctrica y la gente esperaba con ansiedad a la feria de ese año que sería la primera con iluminación pública: por alumbrado eléctrico. La electricidad iba a procurar la instalación de atracciones movidas por electricidad y el alumbrado de casetas.
En aquel entonces la Feria se celebraba en la calle de la Reina y en la Plaza de la Iglesia que siempre le recordaba a Juana a los aviones persiguiendo los mosquitos que las lluvias habían favorecido, y su competencia con vencejos y golondrinas, cuyo gorjeo y cola larga y ahorquillada y sus tonos azulados las distinguía de sus hermanos de orden.
Siempre que pasaba por allí con Eugenio, camino de la Asunción se pasaba por los bajos del café de la Plaza donde se ubicaba el Círculo Liberal, para saludar a Frasquito Andreu el tío de Eugenio, siempre leyendo el Eco Republicano: ¡Ojo con los curas sobrino! Le decía siempre a Eugenio y este le devolvía una sonrisa.
-¡Alumbra Inés! Y usted con sus lecturas no se vaya a devanar los sesos, tío Frasquito- Le respondía Juana soltando una carcajada.
-Vaya repaso nos ha dado Cánovas en las elecciones tío- le dijo Eugenio.
-El turnismo sobrino, el turnismo. Le tocaba ya después del gobierno de Sagasta. Los míos ni aparecen en las listas. ¿Por cierto te has enterado de la gesta de Eloy Gonzalo en el fuerte de Cascorro?-
-Si tío. Pero las guerras coloniales son un precio de sangre y dinero, que está corroyendo a España y empobreciéndola aún más, si es que eso es posible y que ahora intentan paliar con las llamadas corridas patrióticas, ¡Les daba yo patriotismo!-
-Sobrino tú tenías que replantearte lo de ir a Cuba. El rescate es de 1500 pesetas y tu padre las tiene-
-Si pero ya sabe usted lo que pienso. Si no salgo libre de cupo, iré. No quiero tener bajo mi conciencia la muerte de un infeliz-
-Eso te honra sobrino, pero no sé si es buena elección-
-¡Odo! Pues claro que es mala don Frasquito- Dijo Juana
-Dejémoslo. Ya hemos hablado mucho de ese tema y tengo la decisión echada- Añade Eugenio.
-Echada, echada. ¿Y yo qué?-
-Tú a respetar mi decisión Juana- Dice de forma cortante Eugenio
La calle de la Reina lucía como un ascua. Daba gloria verla tan iluminada que permitía reconocer a la gente desde lejos. En un puesto de garrapiñadas vieron a la Pepica comprando una bolsita a su hermano pequeño Sixto-
-¿Las has probado Pepica?-
-Todavía no. Pero toma- le dijo ofreciéndole la bolsa-No se te vaya a quebrar la hiel Rubia-
-¡Odo! Mira quien lo dice: doña catacaldos-
-¡Mira quien baila! ¿A que no te las doy a probar por misquera?-
-No te piques Pepica, no cojas pesambre que es una guasa-
-Por cierto Rubia: con ese traje tan bonico que te has puesto, no vas a dejar a ninguno para las demás-
-A mí, con mi Eugenio me sobra. No necesito llevar a nadie más al retortero-
-Pues con lo emperifollada que vas, más parece lo contrario Rubia-
-Yo no necesito casi nada para estar resultona. No como otras que van de saritas por la vida y son unos estafermos-
-¿No lo dirás por mí?-
-Quien se pica, ajos come Pepica. A disfrutar-
Y se cogió del brazo de Eugenio, pero inmediatamente se zafó al notar el atrevimiento- Vámonos para la Plaza Nueva, a ver qué cosas de montar han traído Eugenio-
Cuatro trastos como siempre. El carrusel de caballitos, los balancines y una mini noria para niños. Nada de atracciones para adultos. Aunque la gente en realidad no tenía un real para gastar y pasaba su tiempo paseando por la calle de la Reina y la Plaza de la Iglesia echando el ojo. Todo el mundo lucía sus mejores hatos, los únicos en realidad. La que el vulgo llamaba “la ropa de los domingos”. Las mujeres adineradas que son las únicas que pueden lucir la última moda, lucen hombros con hombreras, muy abullonados y una cintura estrecha muy pegada al cuerpo favorecidas por los corsés; faldas amplias casi hasta el suelo, dejando ver los zapatos de puntas afiladas. Van tocadas con sombreros amplios y adornados con flores. La mujer elegante que se precie, no pude prescindir de los guantes. -Dicen que la emperatriz de Rusia y la reina Victoria, los llevan hasta para las comidas- Comenta Juana.
Los hombres visten con trajes de tonos oscuros y utilizan sombrero de fieltro. El pueblo viste de una manera más informal: las mujeres con amplias faldas ajustadas a la cintura y chales o mantones de Manila, la mayoría traídos por los que sirvieron en esa colonia y los hombres con blusones manchegos y pantalones de pana negros y calzan alpargatas. Todos van tocados con gorrilla con visera.
El golpe de vista que ofrecía la Plaza de toros era espléndido en ese día ya bien entrado septiembre, tanto por el tiempo todavía caluroso, como por la multitud de espectadores que llenaban las gradas. Mientras empezaba la corrida la gente chismorreaba sobre las personas conocidas, sobre todo de sus vestidos, ya que una corrida de toros en España es una fiesta a la que acude la gente con sus mejores ropas.
Los trajes modernos estaban en minoría y los que los lucían eran generalmente objeto de risas y silbidos. El espectáculo ganaba mucho por ello. Los colores polícromos de las chaquetillas y de las fajas, los chales de las damas, los abanicos multicolores en pleno movimiento a causa del calor reinante, desdecían los tonos oscuros que dominaban en la moda de vestir en España.
Ese día (14 de Septiembre de 1896) Juana pasó uno de los momentos más desagradables de su corta vida: el primer toro que mató el maestro de nombre Regalito despachó en 15 minutos cinco caballos y dejó el coso hellinero sembrado con las tripas de los pobres equinos. Cada vez que acudía al cite, los picadores ponían cara de espanto y trataba de recogerse en la silla apretando los estribos.
El traje de torear de color verde y plata del torero estaba empapado con la sangre del cornúpeta, mientras trasladaban sus compañeros a un banderillero a la enfermería, Regalito, lo paró, enfiló la espada y lo mató de un bajonazo sin miramientos. Fue como una ejecución. En los dos suyos, estuvo sobrio, adaptándose a unos toros a los que apenas se les podía sacar partido. Fueron dos faenas de aliño, en las que el público, impresionado por la cogida de Barbero en uno de su lote, apenas prestó atención
Como su mentor Lagartijo,  Regalito era partidario de la quietud en el toreo y como él pensaba que el arte del toreo se debe de expresar con las manos, nunca con los pies. Desde cintura para abajo, nada se debe de mover, decía parangonando a Pedro Romero. En Hellín cuajó una gran faena que le supuso el salir a hombros del coso ilunense.
Juana salió aterrorizada de la plaza. Jamás había pensado que la llamada fiesta, era un espectáculo tan cruento y cruel y se juró así misma no volver a contemplar una corrida de toros.
-Sabiendo como soy de sensible, no entiendo cómo me has traído a los toros Eugenio-
-Yo daba por sentado que sabías de que iba la fiesta nacional Juana-
-¿Fiesta? ¡Atiuste con la fiesta! ¡Qué se lo pregunten a los toros! No entiendo cómo te puede gustar ver como atormentan a un pobre animal-
-Nunca me lo he planteado Juana. Es una tradición y como tal me dejo llevar. Pero nunca hasta ahora me he parado a pensar si está bien o está mal-
-Ese es el problema de la mayoría de las cosas. En que la gente sigue a la manada, sin discernir. Sin pensar. Aceptando sin más los lugares comunes, sin actitud crítica. Eso se lo oí decir a tu tío Frasquito y tú estabas presente boyagas. A ver si prestas atención a lo que dice tu tío que lleva siempre más razón que un santo-
-Es tal la impresión que me he llevado, que a partir de ahora seré incapaz de comer el estofado de carne de toro que prepara mi madre cuando hay corrida en Hellín. Me vendrían a la memoria las terribles imágenes y no podría soportarlo Eugenio-
A partir de entonces, la vida de los dos daría un cambio radical y tendrían tiempo para pensar, y mucho para mejor decidir los muchos avatares que se les presentaron. Aunque cuando prima la supervivencia, poco tiempo, y menos margen tienes, para pensar y decidir.

José Martínez Olivares

Memorias de la tía anica de Alejandro Tomás Ibáñez ,publicado por la diputación de albacete.. Juan López Docón

Portada del libro MEMORIAS DE LA TIA del escritor hellinero Alejandro Tomás Ibáñez ( fotografía del archivo del autor. 


Mirando en mi archivo, encontré un libro de Alejandro Tomás Ibáñez hellinero que le gustaba escribir Memorias de la tía anica es el libro.La diputación de albacete publicó el libro de nuestro paisano el hellinero Alejandro Tomás Ibáñez   (Atomi). (Atomi) es el seudónimo que utilizaba.

Juan Francisco Fernández Jiménez  nos explica un poco libro de Atomi, Memorias de la tía Anica

Sinopsis del libro

Hellín. Por los años de los años, su Semana Santa.

Y la propia historia, que capítulo tras capítulo recopila y acomoda sus fragmentos. Vivencias que hasta ahora han estado modestamente aparcadas en el último rincón de la villa, como si esperasen que alguien las recogiese con el suficiente cuidado y dedicación para publicarlas algún día, incluso para consultarlas algún día.

Hace algún tiempo que “La Tía Anica” (a través de Alejandro Tomás Ibáñez) asumió tan loable misión. Son rastros de ese tiempo pasado, ligado irremediablemente al presente, para que persevere en el futuro. Es puro folclore, al que nada ni nadie podrá negar su autenticidad.

Sentada al calor del candil y del tintero, “La Tía Anica" desmenuza los personajes que escribieron el propio guión. Escarba en su peculiar expresionismo y explota, orgullosa, ése código infalible de comunicación.

Estas “Memorias” pertenecen por igual a Don Cristobal Díaz, a Don Tomás Preciado, a don Francisco Molina, Don Vicente Garaulet, “La Caridaica” y hasta a la piedra más fina de EL RABAL y a todos los que se pasean orgullosos por esta historia, tan real como la veneración que guarda cada hellinero por su semana grande.

El trabajo de Alejandro Tomás es exhaustivo, rico en detalles y absolutamente generoso con el pueblo de Hellín. La Corporación Provincial y su Presidente no han querido quedar al margen de este esfuerzo y de alguna forma han querido participar también en este emotivo homenaje a quienes han escrito, junto a "La Tía Anica”, esta parte importante de su historia.

Mis felicitaciones más sinceras.

JUAN FRANCISCO FERNANDEZ JIMENEZ

Las Campanas de la iglesia de la Asunción Juan López Docón

Estas fotografías son del campanario de Santa Maria de la Asución, desde dentro menos la primera imagen que se ven esta echa desde afuera.( Fotografías archivo del autor de este blog).
otra imagen de la torre del Campanario donde podemos apreciar una de las campanas y el reloj. (Fotografía del archivo del autor ).

sábado, 1 de octubre de 2022

NUESTRA PATRONA Y SEÑORA LA VIRGEN DEL ROSARIO 1955 JUAN LÓPEZ DOCÓN

 NUESTRA PATRONA Y SEÑORA DEL ROSARIO … 

Juan López Docón


Ambas imágenes son de la patrona la Virgen del Rosario. (Fotos archivo del autor extraídas de la revista Macanaz).
 

Ojeando mi viejo archivo encontré un recorte de prensa de Revista "Fotos" de el día 11 de Junio del 1955 .
En el que salió un articulo firmado por J.F. Avellaneda.


La imagen de la talla que actualmente se venera no es la original, puesto que la antigua imagen, que era de vestir, se perdió durante la Guerra Civil de 1936-39, en donde se destrulleron muchas imágenes .
Y se le encargó  una nueva al escultor Fernández-Andes. 
La decisión del encargo se tomó tras la reunión llevada a cabo en la sacristía de la Parroquia de la Asunción y a la que asistieron: el párroco Don Alfonso Sainz del Olmo , la corporación municipal y los señores Don Juan Martínez Parras y el abogado Don Antonio Millán Pallares este último nombrado era nieto del ilustre arquitecto Justo Millán Espinosa. Martínez Parras y Millán Pallares eran quienes conocían personalmente al escultor, y hablaron con el de este encargo. La talla del grupo data de 1939 y se llevó a cabo para reemplazar a la Imagen antigua de la patrona. 
J. F. Avellaneda escribe en la revista "Fotos" del 11 de junio de 1955 dice:
 "La imagen fue destruida y profanada en la pasada guerra de liberación por el mes de marzo de 1937.
 En aquellos días llegó a Hellín la llamada 106 Brigada Mixta. Aquellos hombres envenenados y ansiosos de destrucción exigieron a las autoridades locales las llaves de los templos (todavía intactos) para utilizarlos como cuarteles. Esta fue la excusa para destruir las imágenes y cuanto se encerraba en ellos. También fue destruida la venerada  imagen de la Señora, quedando por suerte divina la imagen del Niño Jesús, que una viejecita conservó con cariño y emoción, y que es la misma que la nueva imagen obstenta en su brazo.
La antigua imagen de unos 130 centímetros, aparecí de pie, el santo rosario en su mano derecha, que descansab sobre la cintura y en su brazo izquierdo sostenía al Niño Jesús sujetándolo con la mano en ademán de estrecharlo contra pecho". Tanto la imagen de la Virgen como la del Niño actuales son tallas de bulto redondo y de cuerpo entero en madera policromada. La Virgen lleva un vestido tratado mediante la técnica de "estofado", en colores rojo y azul sobre fondo de "pan de oro". Esta técnica consiste en raspar el color aplicado encima de la superficie dorada, haciendo dibujos, de modo que aparezca el oro, es una especie de "esgrafiado" sobre oro; el esgrafiado es trabajado en una superficie enlucida levantando su primera capa de acuerdo con un dibujo previo, de modo que se consiga la presencia de dos colores o tonos ( el del fondo, que no se levanta, y el de la primera capa, en los lugares en que no se ha esgrafiado).
 
A veces, las capas de enlucido son varias para conseguir policromía. Otra técnica empleada en la realización del grupo escultórico es la de "paños mojados", que permiten apreciar el magnífico tratamiento anatómico que ha ejecutado su autor. La Imagen actual mide 120 centímetros de altura, presenta la cabeza ligeramente inclinada hacia la izquierda, la mirada baja, reflexiva, con los ojos castaño oscuros y muy grandes que no miran ni se posan en un lugar concreto, parece estar en un momento de recogimiento, a solas con su propio pensamiento. La nariz es pequeña, recta y afilada, la boca entreabierta con los labios finos, rasgos de niña en un rostro ovalado. La mano derecha extendida con la palma hacia afuera, con el pulgar libre y en los otros cuatro dedos sujeta el rosario, la mano izquierda sostiene al Niño y queda por debajo del vestido, por tanto no se ve. Por el contrario el rostro del Niño muestra una expresión de inocente sonrisa. Del grupo primitivo sólo pudo conservarse la escultura del Niño, que coincide con el actual. La señora que rescató la imagen del Niño fue Doña Juana Precioso Martínez. A continuación reproducimos el relato de los hechos que nos lo ha facilitado su bisnieto Don Antonio Pérez Martínez: "Durante la Guerra Civil, pasaban los milicianos con la anterior Imagen de nuestra Patrona llevándola sobre un carro a quemarla al convento de las clarisas, al llegar a la Calle Salvador, donde había una puerta que daba a la iglesia del convento, se hallaba una viejecita con su rosario en las mano y reconoció a la Imagen y al Niño. Se dirigió a uno de aquellos hombres y l dijo: ¿me podéis dar ese muñeco para que jueguen mis nietas?, éste lo consultó con el compañero y decidieron dárselo.
 Fue fácil desprender al Niño de la Virgen, ya que la antigua Imagen era de vestir. Una vez el Niño en sus brazos, Juana se lo llevó a su casa en la misma calle Salvador nº 25, muy cerca de la puerta donde estaban las imágenes para el brutal siniestro, detrás de Las Claras, hoy Casa de la Cultura. Juana se lo enseñó a su hija Encarnación, lo liaron en retales de tela, ya que su hija y su nietas eran modistas, y lo guardaron en el último cajón d la cómoda de la sala donde solían coser. Esta informació se debe a las tres nietas de Juana: Angelita, Asunción Encarnación Pérez Oliva. Al finalizar la Guerra y estando el escultor Fernández Andes tallando en Madrid la Nueva Imagen, Encarnació puso en conocimiento a los responsables de la Cofradía d Rosario que ella tenía el Niño. Don Antonio Millán (herma mayor de la Cofradía) recogió al Niño y comprobó que e el que llevaba la antigua Patrona. Inmediatamente salió hac Madrid y lo entregó al escultor, que lo puso en brazos de nueva Imagen. La valentía y devoción que demostró Juana en esto trágicos momentos fue muy importante para la Coronació Canónica de la Virgen del Rosario. La religiosidad demostra por Doña Juana se ha transmitido a sus descendientes, qu son grandes devotos de la Virgen del Rosario". La conservación "milagrosa" del Niño fue decisiva para que el Vaticano accediera a la Coronación ya que se pudo comprobar que la talla era de gran valor y la antigüedad del culto a la Imagen quedaba atestiguada. Como nota curiosa, destacamos que el Niño vestido de mantillas no enseña su pie derecho, que normalmente aparece descalzo y el izquierdo doblado bajo el vestido. El pie descalzo muestra una actitud juguetona cuando lo apoya en el vientre de Su Madre. La mano derecha del Niño está sobre el pecho materno. Estos gestos y esta interrelación Madre-Hijo nos presentan la dimensión humana y maternal en la actitud del grupo escultórico tan contrapuesta a la rigidez y a la sacralidad de otras imágenes. Nuestra Virgen y nuestro Niño, son humanos y muy cercanos a nosotros.
Símbolos que la acompañan
Los símbolos que suelen acompañar a las representaciones plásticas marianas son invocaciones de la letanía (puerta del cielo, estrella matutina, mansión dorada, etc.) y ángeles o cabezas de estos entre nubes. Concretamente, Nuestra Virgen del Rosario aparece representada sobre una nube sostenida por dos ángeles de cuerpo entero, la nube, a su vez, envuelve dos cabezas de ángeles. El pedestal fue diseñado también por el escultor Fernández-Andes en 1947 "realizado a expensas de su camarera Doña Remedios Marín Rodríguez de Vera", según la inscripción que figura en el paramento del pedestal. El trono fue diseñado por el mismo escultor en 1948 .
Colgado de la nube hay un rosario, de nácar, de gran tamaño, que los fieles besan en su visita al Camarín. Otro de los símbolos que acompañan a La Imagen es la media luna, que reposa bajo sus pies. La media luna aparece citada en El Apocalipsis de San Juan, Ap 12, 1-2 "La mujer y el Dragón" y dice así: "Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza..."
Advocación de la Imagen
En 1716, el Papa Clemente XI extendió la festividad de la Virgen del Rosario a la Iglesia universal, conservando la fecha del primer domingo de octubre, que fue desplazada en 1931 al día histórico del 7 de octubre. Nuestra Señora del Rosario ha sido siempre considerada como Patrona, pero el título no le fue concedido oficialmente por el obispo de Cartagena hasta 1907. Este hecho queda ratificado en 1955, cuando se realizó la coronación canónica de la Imagen por el Arzobispo de Valencia Doctor Marcelino Olaechea Loizaga, que procedió a coronar a la Virgen.
El nombramiento oficial de Alcaldesa tuvo lugar en 1947 como resultado de un acuerdo de la Corporación Municipal. Antiguamente se celebraban tres desfiles procesionales coincidiendo en las siguientes fechas: el dos de febrero fiesta de la Candelaria, el ocho de septiembre conmemoración de la Natividad y la primera semana de octubre con motivo de las fiestas patronales. En la fiesta de la Candelaria, la Imagen salía por la puerta del arco de la parroquia de la Asunción y el recorrido era muy corto, bajaba por la Cuesta de la Cárcel, continuaba por Cassola hasta la Plaza de la Iglesia, momento en el que entraba por la puerta principal. Ya en los estatutos de 1737 se hacía mención a la procesión de la Candelaria. En los años 60 desaparecen las procesiones de la Candelaria y la Natividad, conservándose la de octubre y a partir de 1955 la de mayo, para conmemorar cada año la Coronación. Actualmente las fiestas se celebran en su honor durante la primera semana de octubre enmarcadas en la Feria del Rosario. También se celebra una ofrenda floral cada 30 de mayo, coincidiendo con del aniversario de Su Coronación.
 



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