Recordando a Herminia Ruiz Sanz
José Antonio Iniesta
A cada momento llega una noticia que nos pone un velo de tristeza en el rostro, sabemos de una pérdida irreparable, de alguien que se nos va para siempre. Dicen que es ley de vida, pero esta ley de vida es dura y no tiene piedad, retuerce y estremece, y nos demuestra, cada vez con más firmeza, que todo pasa, y que lo que en un tiempo fueron vivencias, en otro se convierten en recuerdos.
Ayer supe de la muerte de Herminia Ruiz Sanz, con quien tantos proyectos compartí, con esa alegría de organizar actos públicos, montar exposiciones o hacer viajes para difundir nuestra gran Tamborada en toda España. De hecho, ella puso todo su corazón y no deparó en esfuerzos para que se hiciera realidad un sueño largamente añorado por todos los hellineros: el Museo Comarcal.
Momentos inmensos de la lozanía de la juventud, de prometedor futuro, de horizontes que alcanzar. Hoy queda la despedida para siempre, pero, aunque triste, quiero que sea honrosa y también de puro agradecimiento hacia ella, porque aparte de lo que compartimos como compañeros en el Ayuntamiento de nuestra ciudad, tengo que decir que siempre me apoyó en cada uno de los libros publicados en aquellos tiempos, siempre jovial y abierta a que las tradiciones que yo investigaba vieran la luz.
Todo aquello lo recuerdo con emoción, con inmensa gratitud, como un acto de generosidad que nunca olvidaré, y que tendré siempre en mi mente al recordarla. Me enteré, ya tarde, de su muerte, curiosamente, justo cuando faltaban unas pocas horas para comenzar el más grande de los proyectos de mi vida, relacionado con mi trabajo como escritor e investigador. Y la mente, que siempre parece que va por libre, me llevó a esos momentos compartidos en sus inicios, cuando soñaba con ser escritor y empezaba escribir mis primeros libros. Seguro que allá donde se encuentra le alegrará que después de tantos años, justo al recibir la triste noticia, estuviera iniciando la culminación de mi trabajo de toda una vida, lo que a partir de ahora será la más grande de las cosechas de mi existencia.
Siento dolor por la ausencia, porque la verdad, únicamente tengo buenos recuerdos de ella, nunca hubo discusión ni conflicto alguno, todo lo contrario, colaboración intensa para sembrar semillas de cultura por todas partes. Como directora de la Casa de la Cultura, todos estos procesos fueron constantes durante muchos años. Me queda el consuelo de pensar que está en la luz, en la gloria, allá donde iremos todos algún día.
Ayer me comunicaba con Fructuoso Díaz Carrillo, que fue alcalde de Hellín, y un gran amigo, quien la conoció más que ampliamente en su andadura política y al frente del Ayuntamiento, incansable siempre en el intento de elevar la dignidad, la calidad de vida y la grandeza de nuestra ciudad. Desde el primer momento me acordé de él, porque sabía que le dolería esta pérdida. Pensé en la pena que sentiría al saber de la muerte de alguien que había colaborado tan estrechamente con él.
Intercambiando mensajes por whatsapp compartió conmigo uno que me autoriza a publicarlo, enviado a Eduardo, hijo de Herminia, que también quiero hacerlo llegar a los ciudadanos de Hellín.
“Hola, soy Fructuoso, de Hellín. Seguramente no me conoces. Durante mi etapa como alcalde nombré a tu madre Directora de la Casa de Cultura y así mantuve su cargo hasta que dejé el Ayuntamiento. Quiero que sepas que, durante ese tiempo, no solo no tuve ningún problema con ella, sino que aprendí de ella cosas importantes de lo que significa creer en lo público, el esfuerzo, trabajo y profesionalidad, el valor de la lealtad que siempre caracterizaron su labor. Personalmente, mi mujer y yo, estamos llorando su ausencia, y con nosotros, estoy seguro, cuantas personas conocimos a tu madre. Yo estoy en Luxemburgo y hasta la semana próxima no regreso a España. Entonces podré tener ocasión de llamarte y compartir contigo entrañables recuerdos. A mi mujer, Magdalena, y a mí personalmente, nos ha producido honda consternación el fallecimiento de tu madre por muchos y enriquecedores recuerdos. Un abrazo. Fructuoso y Magdalena”.
Y la respuesta que Eduardo le envió no es menos emocionante.
“Hola Fructuoso. Por supuesto que te conozco. Me acuerdo de ti. Y, además, mi madre te ha nombrado toda su vida. Y la casualidad de que me ha dicho exactamente lo mismo, que eres la persona más honrada, leal y profesional que ha conocido. Estaré encantado de veros cuando volváis. Hasta entonces. Estáis con nosotros. Muchos besos”.
La vida tiñe de gris en ocasiones los colores de la vida, hiela de frío incluso siendo verano y con mucho calor. De pronto te da un zarpazo y te dice que se ha roto una página de un libro muy grande, y descubres que cada vez van desapareciendo más páginas, y tienes la certeza de que algún día no quedará más que la triste cubierta, e incluso así, desparecerá también, sin que casi nos demos cuenta. Así que mi anhelo y consuelo es pensar que aquello que leímos en el libro, todo lo compartido en la aventura de sus páginas, será siempre eterno de alguna forma.
Sea la luz con Herminia, de hecho, sé que así es ya. Descanse en paz y la recordemos con el cariño con el que ahora lo hacemos…
