Auxiliadora, la Santa de San Rafael
La Engracia cuando Juana era apenas un comino, la llevó a una curandera del Pozo de los Perros que tenía mucha fama poniendo las manos. La chiquilla tenía unas migrañas terribles y ningún remedio conocido era capaz de aliviarla. La mujer le tomó la cabeza con las manos mientras musitaba una jerga ininteligible. Juana sintió inmediatamente alivio y su rostro se iluminó, desapareciendo el rictus de dolor: -ya estás curá nena, le dijo la Serafina dándole un cachete.
-No me duele mama-le dijo a la Engracia
-¡Hay que ver que manos tienes Serafina! Dijo la Engracia mientras le daba unas monedas.
Juana jamás volvió a tener migrañas, ni necesitó los auxilios de ningún curandero. Ella nunca tuvo una preparación, pues apenas estudió salvo la primaria, pero adquirió unos conocimientos autodidactas gracias a su curiosidad innata.
A pesar de su experiencia en la niñez, no creía en videntes ni curanderos. Tenía el convencimiento que la existencia de curanderos, videntes y brujos en algunos lugares era una consecuencia del aislamiento, la incultura y la superstición. Ella había leído que la brujería sucedió a la magia en las sociedades primitivas y que ésta última es el estadio anterior a la implantación de las religiones.
Durante muchos años, no volvió a ver, ni oír hablar de curanderos. A su regreso del exilio, oyó hablar de una vidente a la que llamaban la santa que recibía en la calle de San Ginés, en el cerro de San Rafael, muy cerca de su casa. Tenía una gran fama entre las gentes humildes, pero también acudían a su casa gentes de bien que cansadas de que la medicina tradicional fuera incapaz de curarles, acudían a la Auxiliadora, que así se llamaba, llenos de esperanza.
La Ramona le tenía mucha fe y decía que tenía un don especial que le hacía dar un diagnóstico certero y sabía dar con el remedio, unas veces con medicinas tradicionales y otras con hierbas medicinales que ella misma recogía en los campos cercanos.
-La gente acude desde muchos sitios de la región y hasta de Valencia han venido algunos- le dijo la Ramona
-Yo creo que es más ignorancia y superstición que otras cosas. El último recurso de gente desesperada- dijo la Juana.
-Ella no utiliza medios espirituales, solo físicos. No es una vidente en sí que embauca a las gentes hablando de santos y deidades Juana-
-¡Odo! ¿Y dices que es eficaz?-
-En aquellos males que no necesitan cirugía, sí. Las enfermedades mentales, emocionales, físicas y espirituales son su especialidad-
-¡Alumbra! Pues le voy a mandar al Eugenio que anda un poco neurótico-
Durante un tiempo se olvidó de la santa y prosiguió con su vida rutinaria. Pero un cólico nefrítico la llevó a don Eulogio que le prescribió unos calmantes y una dieta. Pero éstos cólicos se repitieron de forma obstinada y los remedios del médico de la calle de Eras no eran efectivos.
Un día la Ramona le sugirió que fuese a ver a la Auxiliadora:-Sé que tu no crees en los curanderos, pero no te costará nada probar-
-¡Atiuste! Eso de que no me va a costar nada lo dices tú-
-¡Mujer! Es una forma de hablar. De todas maneras ella cobra la voluntad-
La recibió en una salita con mesa camilla con sayotas en la que se escondía un brasero acogedor, pues el frío en Hellín ese día era de pronóstico.-Buenas tardes le dijo respondiendo a su saludo. Siéntate junto a mí y no digas nada y estate quieta mientras yo no te diga lo contrario- Juana se sintió un poco intimidada ante el silencio sepulcral que se hizo y se estremeció un poco.
-Relájate y abandona tu prevención nena que no te voy a comer- dijo mientras sonreía ligeramente.
La salita apenas tenía muebles y carecía de estampas y de símbolos religiosos. Le puso las manos en la cabeza y Juana observó cómo sus ojos muy abiertos, giraban de sus órbitas mostrando el blanco amarillento de los globos oculares.
Permaneció de esta guisa durante unos instantes que a la Rubia se le hicieron eternos. De pronto sus ojos volvieron a su ser, y mirándola le dijo: -Nena, tienes una china en el riñón-
Y tomando papel de un bloc escribió con letra torpe: Araldit- Vete a la farmacia de Precioso y compra esto. Te tomas una pastilla por la mañana y otra por la noche hasta que veas que los dolores desaparecen-
Tomó pelo de panocha de panizo y lo envolvió en papel de estraza:-Tomate una infusión de pelo de panocha todas las mañanas en ayunas. Creo que esto será suficiente. Si no ceden los dolores, tendrás que operarte nena-.
El diagnóstico resultó correcto. Pero la piedra era tan grande que tuvo que ser operada en Albacete unos meses más tarde. Las radiografías le dieron la razón a la Auxiliadora y Juana todavía no sabe cómo la curandera pudo adivinar que tenía una piedra en el riñón. Ni quiere saberlo, pues todavía siente escalofríos cuando ve aquellos ojos.
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