CUENTOS DE HELLIN
EL HUERTO DE DON MANUEL Y LOS JACOBOS
Tierra mollar y campo murciano.
Se empalman unas con otras, las
Varias de cosechas, y el término
Se dilata tan generoso y tan
Avasallador que se mete en las
Primeras llanuras de la Mancha,
Baja y las alegra y las revive de
Flor, y perfuma su encanto
¿Cuántas torres se engallan
Por encima del pueblo, pues si
Subes, caracoleando por
Piedras húmedas y de moros, los
Ojos se cegarán en lejanía de
La lúz
Dobla la campana gorda de la
Parroquia de la Asunción; repican
Las del Rosario, espantando a
Los vencejos y las golondrinas de mayo;
Languidece El esquilón de San Rafael
En tardes de otoño y monda del azafrán,
Y parece que suenan para
Las torres y los caminos de los
Otros pueblos.
Cada raja del alminar es un
Grito hacia el horizonte.
Se ve la abuelica Santa Ana de
Jumilla, tan lejos que está. Y
Los montes de Jaén. Y Pozo Cañada
Y Chinchilla, con sus casas
De labor de recia talladura y humareda
De chaparros...
El calvario de Hellín, de suave
Andadura, en sus estaciones primeras
Se encabrita cuando remata
En el sepulcro del Señor.
Flores marchitas. Calderilla en
Los bandejones míseros. Y lágrimas
De cera ardiendo en el tenebrario.
En la planta del cerro zurre la
Piedra de los molinos y pica la
Tolva; el agua canta en el batán.
Pero el huerto, el gran huerto
De don Manuel Serra Valcárcel,
Que heredo su hijo Jacobo Serra Valcárcel y
Domina sobre los otros huertos
Y viven en mejor amiganza con el Calvario.
Cada ves que llegaba hasta allí en sus
Paseos al sol el señor Pagan y saludaba
A don Jacobo Serra gustaba de
Musitar sus oraciones de la tarde
En el rincón de los olivos, al
Que solía llamar Getsemaní. Don
Jacobo Serra se lo agradecía tanto que
Todos los años le apartaba de la
Cosecha las más robustas aceitunas.
De todo había y en abundancia
En el huerto del pie del calvario:
Tenían fama sus membrillos y las
Ciruelas claudias, de morada miel
De su flora se engalanaban los
Altares en cada ceremonia de la
Liturgia. Para el mes de María,
Azahares, claveles; para el novenario
De San Antonio, rosas en
Plena hermosura; para las Animas
Y la Purísima, pensamientos
Y amarantos. Subían los cofrades
Mayores con las señoritas y el sacristán,
Evacuaban los rosales en
Son de guerra y cargaban con el
Botín cuatro canastillas. De las
Ramas desnudas salía una mariposa
En busca de pan: y refugio nuevo
El camino de entrada, entre la
Cancela y la casa, tiene a entrambas
Orillas unas palmeras que rizan
Las brisas altas. Para su tiempo
Cada una producía un cesto
De dátiles. Don Jacobo Serra y su señora
No los consumían. Parece que
No les gustaban. Y cuando el criado,
Llegado el tiempo, se encaramaba
Con el hacha, las ramas de
Dátiles eran repartidas entre los
Pobres que habitaba en las cercanas
Cuevas, por propia mano do
Don Jacobo Serra. Esto le daba fama de
Caritativo. "Son suyos los dátiles,
No los cata y los reparte."
Y un año cayó temprana la Semana
Santa. Don Jacobo Serra, hermano
Mayor de la Hermandad, se
Encargó de la imagen de Jesús
Nazareno, que le pertenecía de
Arreglar por tradición que se remontaba
A sus padre.Manuel Serra Valcárcel
El viernes de Dolores se lo subían
De la iglesia algo apresurados
Porque aun habían de llevar
Los hombres a la Samaritana y la
Dolorosa y el Cristo de la Columna
Desde otras casas también de abolengo
No se explica por qué el paso
Pero con las prisas en la intersección
De la calle Salvador y Rosario
Cucó contra la esquina, resultando
Con graves averías.
Fué espantosa la tragedia. Fue
Llamado con urgencia un imaginero
De Murcia. Se llamó a otros
De Valencia y de Granada. Todos
Diagnosticaron por igual: imposible
Repararlo en tres días.
—Pues herido no dejo yo salir,
A Nuestro Padre.
La señora opinó, luego que hubo- .
Hablado don Jacobo Serra:
—Algunos malditos del pueblo
Estarán disfrutando con nuestra
Desgracia.
•—Pues han de sentirlo los malditos.
Don Jacobo Serra ya tenia pensado lo
Que había de hacer.
Llegó la mañana de viernes
Santo. Diana de gallos, animándose
De corral en corral. Rompía
El sol los. celajes del horizonte,
quebrando la escarcha. Grupos y
cofradías iban subiendo, rallando
con ."sus tunicas de puntiagudo capuz
la calle de la Amargura. Los
clarines apuñalaban con gritos de
escandalosos. Redobles de tambores
Se oían como un derrumbamiento
De catacumbas.
Asoma la fiesta par-a crucificar,
Por la primara columna, levantando
Una ola de .sayones y judíos.
Los apóstoles, los sanados y
Los creyentes encienden en lágrima
Rotas de su dolor.
Nadie lograba amansar en resignación
La doble pena de don
Jacobo Serra: "; No salir mi Nazareno!
¿Cuándo ha ocurrido no salir mi
Nazareno! "
Doblaban en lo alto del monte
Los esquilones del Sepulcro, llovían
La limosna piadosa en las
Bandejas y ardían como almas en
Pena los cirios de cuatro tenebrarios...
Pasó la semana, sumido en la
Sordera el pueblo y el calvario.
Pasó el tiempo. Venidos los
Días de los dátiles, los haraposos
.se acercaron con ansiedad al
Huerto de don Jacobo Serra a preguntar
Si estaban ya. Se les contestó
Que no, y que no volvieran. En
Señal de duelo y como necesaria
Penitencia, don Jacobo Serra había acordado
No tocar a los dátiles
Al año siguiente, que saldría el Padre
Nazareno en la procesión, se
Cogerían, y puede que hubiese mas cosecha
Salió Jesús de Nazaret en la
Semana Santa venidera... Pero
Ya no dieron más dátiles las manos
De don Jacobo Serra, pues no se,
Sabe por qué las palmeras del
Huerto se habían secado.
Jacobo Serra Valcárcel encargo a su hijo
Jacobo Serra Martínez que vendiera el huerto
Gracias, á Don José Hernández Valverde
Que en 1928 escucho esta historia de don
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