Este escrito es de Ramón Bello Serrano va a el escultor Salzillo hace tiempo lo leí y aqui os lo pongo
Salzillo
Ramón Bello Serrano
Salzillo, entre imprimaciones de cola
y los blancos yesos, en su estudio
de Murcia, aborrachado de imagnería,
Santo Jueves, ha dejado interrumpido el arqueo,
y le turba (eso cree el artista) el redoble que acompaña al paso,
le turba de otra manera, también lo sabe, mirando la luna primaveral, tan creciente y crecida.
Afiebrado de tambores cursa cartas a Gregorio Hernández, al andaluz Martinez Montañés y a don Alonso Cano, cartas que después rompe, no quiere el artista, que ha sacado del alma la certeza del tambor, pero de otros tambores, exponerse hacia sus colegas. Ni siguiera lia hatillo pero se cubre la cabeza. No piensa Salzillo en el trabajo pendiente, tampoco en los muy razonables consejos de sus empleados, en la cierta necesidad de contratar el servicio de un
jefe de taller, el trabajo desbordado. No piensa Salzillo.
No piensa. Lleva dentro, como la tierra germinando en la noche hellinera, un ajustarse desmedido de las cosas, el redoble libre por
un dia, que se siente libre Salzillo, alejado de colas y pinturas, libre se siente, musical se siente, de otra forma a cuando veia los pasos desfilando y el pueblo le señalaba a él, a Salzillo, le señalaba
como artista, de otra forma se siente. Por eso se cubre la cabeza. No quiere ser visto.
Es ya muy tarde y apoya la columna en pared minimamente desconchada. Oye redobles de una percusión muy distinta. No sube a la ermita para examinar la talla. Oye y se está oyendo Salzillo.
Camina hacia El Rabal, El artista, tan visitador de procesiones y pasos, en una España sacralizada,acostumbrado al tambor como soporte, se vacia como un bolsillo profundo, de una vez. Asi y de
pronto.Se libera pero también se ata al redoble libérrimo. No duerme Salzillo.Se diría que le invade un llanto sordo. Luego le acompaña una estadia, como una quietud placentera.
De regreso al taller lleva ya el tambor en el alma.Se destoca Salzillo y quiere preparar pluma y cartas para Gregorio Hernández. Marcha pen-
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