La Plaza de San Francisco
A la plaza antigua de San Francisco, así llamada por la ubicación en ella del convento franciscano de igual nombre, el pueblo la conoce como plaza del Convento, aunque en mis tiempos se denominaba Plaza de Cervantes. Creo que desde mediados del siglo XX.
Frente al convento se sitúa el Monumento al Nazareno de Francisco Ruiz Oliva, que desde 2002 se levanta frente al convento mendicante. Las discutibles imágenes hiperrealistas escenifican el Vía Crucis subiendo al Calvario el Viernes Santo. La plaza se cierra con la fachada principal de Casa Salazar que podría ser el último ejemplo de vivienda señorial dieciochesca conservada en la ciudad. Entre el esquinazo derecho del caserón y el muro del convento, se produce una angostura conocida como Estrecho del Convento, que ha sido muchas veces sujeto de posibles ensanchamientos que no han cristalizado. Desde la calle de Eras, en Semana Santa, siempre estábamos atentos a las maniobras del Paso Gordo y el Prendimiento en esta estrechura.
La fachada del Convento en la plaza fue restaurada por la Escuela-Taller en 1987, eliminando una portada clasicista de 1958 y reconstruyendo los arcos con ladrillos cerámicos, comunes en la estructura original del edificio. Las rejas también son mérito de dicha escuela.
Recuerdo en mi infancia a los niños que iban al convento con sus padres a recoger unos jerséis de mezclilla de lana que donaba Auxilio Social a los pobres que en aquel entonces eran legión.
Desde siempre he sido poco dado a los fastos y las celebraciones, y aún menos cuando yo soy el protagonista. Odio ser el centro de atención, seguramente por mi timidez que rehúye el protagonismo. Esa fue la causa de que en el año de 1953, yo hiciese mi primera comunión en solitario en esta iglesia conventual de los franciscanos, lejos de las procesiones de niños vestidos de marineritos o monjes y de niñas de novia, que yo odiaba. El confesor mostró asombro cuando le dije que era la primera confesión, mi madre menos, pues ya sabía cómo yo era, y ella en el fondo tampoco era muy dada a estas historias. Recuerdo su risa al ver la guisa que llevaba para mi primera comunión: un mambo con cuadros del TBO que entonces estaba de moda.
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