El gran problema del ser humano es su certidumbre de que lo ha visto todo.
Siempre que ocurre alguna catástrofe, los entrevistados suelen responder: ¡Eso no lo había visto yo en mi vida! Pues claro, ¡la existencia de una persona es un periodo de tiempo demasiado corto para que pueda servirnos de referencia!
Las inundaciones en Almansa no son un fenómeno excepcional, sino recurrente, pero no escarmentamos; y… ¿saben por qué?, porque aquí no lee casi nadie.
El día que tras una tormenta se acumulen en los ojos del puente de la rambla de la Sangrentana, no un coche, sino 15 ó 20, y lo taponen, el caudal de la rambla de las Hoyuelas (Fuentecicas) volverá a discurrir por su lecho natural, es decir, las calles de Almansa; el resultado… ¡no quiero ni imaginármelo!
Las dimensiones de los arcos de ese puente deben ser ampliadas inmediatamente; no me explico cómo puede seguir siendo así cuando su escasa luz fue una de las causas que motivaron la riada de 1955.
En noviembre de 1884 hubo tal inundación en el Hondo y San Benito que el zanjero (encargado de accionar el mecanismo de desagüe de la laguna) y su familia tuvieron que romper el tejado de su casa y subirse a los muros del edificio, donde permanecieron hasta ser rescatados por unos valientes almanseños con una balsa.
Miguel Juan Pereda Hernández.
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