LA MUERTE DE UN TORERO
Se cumplen 50 años de la cornada mortal al “El Tarragueñito” en Elche de la Sierra ...
En Talavera de la Reina murió Joselito; en Linares, Manolete y “El Tarragueñito” en Elche de la Sierra. Este mes de septiembre se cumplen 50 años de la muerte de este maletilla tras recibir una cornada en nuestro pueblo. Su historia es la de un soñador más que buscándose la vida en el difícil mundo del toro, la perdió con solo 26 años. Se llamaba José Ródenas López y era de Las Tárragas, en Pozohondo.
Todo ocurrió la tarde del 17 de septiembre de 1970. “Fue a las siete menos cuarto; el muchacho resbaló y el novillo le cogió contra la barrera, lo levantó en alto y la gente de la barrera logró quitarlo de entre los cuernos de la res. Ya el festejo no tenía lucimiento”, así lo describía unos días después Antonio Ruescas en la crónica publicada en el diario murciano Línea. En el mismo reportaje se cuenta que se estaba celebrando una capea en la plaza de Elche de la Sierra, que se lidiaba el segundo toro cuando sobrevino la tragedia. Rápidamente intervino el doctor Martínez Amores quien pudo hacer una primera cura y constatar “una herida de cinco centímetros en la región glútea derecha”. El maletilla fue trasladado al Centro de Higiene de Elche de la Sierra, pero hacia la una de la madrugada comenzó a sentirse peor.
José Ródenas López había llegado a Elche de la Sierra desde el otro Elche, el de Alicante, donde trabajaba de pintor. Como miles de jóvenes perseguía “ser alguien” en el toreo y tenía incluso su carnet reglamentario. Los novilleros que iban a lidiar las reses de Gerardo Morcillo, de Santiago de la Espada (Jaén), le dijeron: “Mira, apúntate y sales de sobresaliente, pues el que estaba anunciado no ha venido. Pero ya sabes que el sobresaliente actúa si al matador le sucede algo. Solo se te permitirá dar algún capotazo”. Y así lo hizo “El Tarragueñito”, se lanzó al ruedo y recibió la cornada y un fuerte golpe en la barrera.
Según el alcalde de Elche de entonces, José Alemán Salmerón, el golpe en la cabeza pudo ser lo que empeorara su estado de salud. Por eso, en la madrugada de ese día se dispuso un coche para trasladarlo a la Residencia Sanitaria del Seguro de Enfermedad en Albacete. Al parecer, en el camino, cerca de Hellín, el chófer le preguntó al muchacho: “¿ Quiéres que nos vayamos por la carretera de Pozohondo, que es igual para ir a Albacete, pasamos por el Campillo y ves a tu familia?”. Y este respondió: “No, alarmaría a mi familia. Es igual, ellos saben que estoy en Elche de Alicante trabajando, y no me esperan hasta tres meses”.
Solo unas horas después, el día 19 de septiembre, perdió la vida en Albacete. Su familia se enteró por casualidad. El fatídico incidente copó portadas de la prensa de sucesos del momento, donde deslizó ideas erróneas o comentarios intencionados sobre la atención médica recibida por el aspirante a “figura del toreo”. Su historia apareció en “El Caso” o en “¿ Por qué?”, donde el día 7 de octubre se decía en primera plana que había muerto solo, pese a tener nueve hermanos y madre y que había sido víctima “El toro del aguardiente” mientras lanzaba este gancho a los lectores: “Conozca el drama de un torerito en Elche de la Sierra”.
El semanario gráfico de los toros, “El Ruedo”, también ofreció su versión de los hechos en un artículo titulado, “Cara y Cruz del Toreo”. Y de eso trataba, de la suerte, que sonrió a algunos, muy pocos, como al Cordobés, que también se tiraba de espontáneo en sus inicios; o la fortuna que giró su mirada ante el “Tarragueñito”. Muchos, como él, se quedaron a mitad del camino, “sin gloria, sin nombre, sin dinero, tampoco”, se dice en el texto y añade el redactor: “ya ven ustedes cómo un nombre en la torería, la búsqueda para dar salida a la afición y encontrar a su vez satisfacción y millones posee, en todas las ocasiones, el tributo de sangre y, en varias, con él, llega la muerte sin apenas el ilusionado torerillo haber ganado lo suficiente para comprarse un vestido de luces”.
En el comienzo de aquella década de los setenta que terminaría con un país totalmente nuevo, en los estertores de la dictadura, la afición taurina costaba aún la vida de jóvenes que buscaban salir de la miseria o la emigración. Como ha detallado Juan Antonio Pérez, en un artículo publicado para ABC, con motivo del centenario de la muerte de Joselito en Talavera de la Reina, “a lo largo de la historia, en las plazas de Toros de Castilla-La Mancha se han registrado numerosas muertes”. De entre el largo listado de toreros, banderilleros o rejoneadores fallecidos en acción, el periodista cita a Sánchez Mejías, en Manzanares, en 1934 y Juan Gómez de Lesaca, en 1896, en Guadalajara. Y en la memoria colectiva aún resuena la faena de “Sospechoso”, el 14 de septiembre de 1981 en la plaza de Toros de Albacete. Fernando Eles “el Chocolate”, un espontáneo, se tiró al ruedo y allí mismo perdió la vida tras ser arrollado por el morlaco. La imagen fue captada para siempre por el fotógrafo Manuel Podio. Aquella tarde en Albacete, el Cordobés, consternado por el hecho, dejó los ruedos para siempre.