jueves, 19 de enero de 2023

Hellin verano del 1936...un caluroso día . Juan López Docón

 Corría una calurosa mañana de verano, en el año 1936. Aquel día, Hellín se despertaba convulso. Habían llegado refuerzos para las milicias provenientes de Murcia y Cartagena. Pero Rafael Sánchez, un niño de once años, permanecía ajeno a todo esto. Solo sabía que su madre le había dicho que por lo que más quisiera, llevara cuidaico. Aún así, salió, como un día cualquiera, rumbo al taller de su maestro, Salvador el Zapatero. Había gran revuelo en las calles. Escuchó a un grupo de vecinas decir que estaban quemando la iglesia, partiendo a hachazos los santos... a Rafael, se le removió el estómago. La Iglesia le venía de paso para ir al hogar de su maestro, así que pasó por allí.Jamás olvidó Rafael lo que vio al llegar a la Plaza de la Asunción. en una esquina, yacían los restos carbonizados de Nuestro Padre Jesús... y en lo más alto de las escalinatas, estaba Nuestra Señora de la Soledad, sobria y regia como siempre. Se temió lo peor. Y no erró. De repente, un miliciano le dio un fuerte empujón, y la tiró al suelo estrepitosametne. La cabeza se desprendió, y cayó rodando un poco. Rafael se armó de valor, corrió hacia los pies de las escalinatas, y le pidio al miliciano que le pasara la cabeza, que no tenía dinero para comprar un balón y jugar con sus amigos. El miliciano no dudó de la inocencia del niño, y con un puntapie, le pasó la preciada cabeza.

La envolvió rápido en su camisa, y corrió hacia el hogar de su maestro. Allí, Salvador y su esposa descubrían asombrados la valentia del pequeño Rafael. Ellos, no lo fueron menos, y decidieron salvaguardar la Virgen en su domicilio mientras durara el conflicto bélico. Recuerda Rafael que de vez en cuando su maestro la sacaba del baúl donde la guardaba y la iluminaba con velas para orar. Dice que a pesar de ser solo la cabeza, y tener un pequeño rasguño en la nariz, nada le ha infundido más respeto jamás. Desgraciadamente, Salvador no podría ver a la Virgen restaurada. Unos meses después, fue apresado y ajusticiado, si bien tuvo la fuerza de voluntad de no revelar jamás el paradero de la Virgen. Su mujer, sería la encargada de salvaguardarla.

Paralelamente, las manos también se habían desprendido, y habían ido a parar a unos niños, que, ellos sí, se comportaban como tales y jugueteaban con ellas cual balón. Pero el juego les duraría poco. Cerca de la Portalí, se encontrarían con Juana, la Simarra, mujer humilde y buena, fervorosa devota de la Virgen. Cuando vio el objeto que era motivo de su juego, se le estremeció el alma. No lo dudó un instante. Eran las manos de "su" Virgen de la Soledad. Sacó todo cuanto llevaba en el bolsillo, cinco duros, como luego recordaría su hija Rafaela, "de los de entonces", que llevaba para comprar la comida de la familia. No poco para una familia realmente humilde. Así, les dijo "nenes, tomar cinco duros y compraros un balón, que tengo una muñeca rota y se las quiero poner". Los chiquillos aceptaron el trato. Su hija recuerda la emoción vivida en su hogar cuando llegó su madre. Decidieron guardarlas en una caja, que enterrarían en el pequeño patio de la casa.

Pasada la Guerra Civil, impera la honestidad, y esta gente humilde no dudan en ponerse en contacto con Don Ramiro Marín, mecenas de la Imagen, para hacerle entrega de manos y cabeza. Así mismo, en cuanto las recibe, decide reconstruir la Imagen de Nuestra Señora de la Soledad cuanto antes. El murciano Sánchez Lozano sería el encargado de adosarle un nuevo cuerpo y arreglarle los pequeños desperfectos ocasionados con la profanación. Una vez restaurada la Virgen, Ramiro Marín se desplaza de nuevo a Murcia, donde Sánchez Lozano le ofrece el servicio de varios transportistas para que lleven a Hellín la imagen en camión. Pero este se niega, y se dirige a la estación de tren con la Virgen, donde dice que quiere sacar los billetes pertinentes para que esta pueda viajar como una viajera más. Finalmente así es, y la Virgen de la Soledad inicia su camino de vuelta a casa.


Una modista local confecciona humildes túnica y manto para la Virgen, se compra un pequeño trono, se recupera la diadema de 1868, decomisada en el Puerto de Barcelona, y en la tarde de Viernes Santo de 1940, la Virgen de la Soledad sale al encuentro con sus hijos. Aquellos que la dieron por perdida, por profanada, y que gozosos la vieron volver. Había motivos para la esperanza de nuevo. Los hermanos supervivientes, algunos con las túnicas que habían guardado, y otros de paisano, la acompañaron por Hellín con especial orgullo. Su madre había vuelto.Solo unos años más tarde, Don Ramiro decide encargar un corazón nuevo de plata para la Virgen. Había llegado a sus oídos que el ya joven Rafael era bueno en el dibujo, así que le ofrece el trabajo de diseñar el nuevo corazón, que el muchacho acepta encantado y emocionado.


Todo lo que aquí se cuenta es completamente verídico. Además de esta especial y emocionante historia que ha hecho de la Virgen de la Soledad la única imagen superviviente a la Guerra en Hellín, decir que, casualidades de la vida, unos años después, trece en concreto, comenzaría a desfilar con los angelitos pasionarios de Nuestro Padre Jesús de Murcia.

                                                                      ILLUNEMSE. 

FOTO: La Virgen de la Soledad de Hellín, en su primera procesión en 1940.

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