Alumbra el sol por el Pino dorando los tejados del Barbudo, bañando las paredes hellineras, y resaltando esos colores que sirven para personalizar los humildes hogares desnudos de atributos, aunque los jabelgues y añiles reflejan los rayos de luz. Las sombras remarcan los volúmenes prismáticos que se escalonan en los cerros agrestes dramatizando las vistas.Los primeros rayos de sol encienden la calle Cumbre y van descendiendo poco a poco alumbrando la del Alba hasta alcanzar la calle Vía, donde un perro vagabundo se estiraza abriendo las fauces y se dispone a buscar el primer mendrugo. Cosa poco probable, como delatan sus magras carnes. Un gallo saluda el alba con su canto estridente y otros se suman al alboroto de la mañana en el Paseo del Pino, todavía en sombras. Alguno señala su territorio y otros le responden señalando el propio. La ciudad empieza a bullir y los despertadores sobresaltan, que no desperezan, a los hellineros más madrugadores. Huele a café recalentado que se consume con prisas y tostadas con mantequilla de la Asturiana y mermelada Hero de melocotón, pues las madalenas se han acabado- Tengo que ir a la Bañona-, piensa Juana, mientras prepara el bocadillo de Eulogio y lo envuelve en papel de estraza.El tráfago rompe el silencio del pueblo, hasta hace apenas un momento dormido y de las ventanas abiertas de par en par, para que se oreen las casas, y espolsar los paños, surgen los ecos de las últimas noticias del parte de Radio Nacional.Un tren de mercancías silba a su paso por el puente de la Sangrera haciendo vibrar los cristales de algunas casas y su tra-ca-ta se desvanece en la curva del Pino lentamente. Hace fresco todavía y la beata se estremece arrebujándose en la toquilla, mientras aviva el paso, pues ha sonado el último toque en la Asunción.
Ese sol que nos baña
Juana suspira en la cocina viendo
Como asoma nítido el sol por el Pino
Pintando de dorado las tejas primero,
Y bañando después los muros hellineros
Con esa luz, que resalta los jabelgues,
Y los añiles de su pueblo
Que despierta libre de las sombras,
Aunque éstas, nunca lo oscurecieron,
Pues no se puede apagar lo que alumbra,
Y que muchos años amanecie
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