martes, 14 de marzo de 2023

El paragüero. José Martínez Olivares



Lectura para el fin de semana. Este cuento trascurre en la calle Cantarería cuya acuarela y descripción edité el lunes
José Martínez Olivares
El paragüero 
Siempre lo veía venir por la calle Cantarería después de delatar su presencia con el sonido característico de su flauta de pan hecha de bambú y vocear ¡lañador y paragüerooo! Aparentaba unos cincuenta años, aunque su elevada estatura y su porte aristocrático le hacían aparentar mucho más joven. Vestía una chaqueta raída, un delantal color marino y se tocaba con una gorra que había conocido tiempos mejores. Arrastraba una bicicleta Orbea con un cajón de madera en el portaequipajes, donde guardaba el material y la herramienta.
Su taller estaba ubicado en los portales o las entradas de las casas, donde disponía el material y la herramienta, rodeado de chiquillos que miraban con curiosidad su quehacer. Lo que más llamaba la atención de todos era su habilidad para hacer los taladros. El taladro consistía en una varilla afilada que ensarta una esfera. Por otro lado, una cuerda acerca los extremos de una tabla o arco a modo de mango que se dispone perpendicular a la varilla. Esa cuerda, en su parte media, se ancla al extremo romo de la varilla, y se enrosca en torno a ella. En la punta de la esfera lleva una broca fina, para poder hacer los agujeros a la pieza en sí. Tenía mucho cuidado a la hora de hacer los taladros para unir las piezas fracturadas; no debían de atravesar las piezas a unir. Después se daba cemento en los orificios y se colocaba la grapa o laña. Cuando tenía dispuestas las grapas que iban a coser las piezas, volvía a dar cemento o pegamento con un pincel y luego con un trapo limpiaba los restos que habían manchado las piezas.
En una época donde la pobreza no daba ni para comer a diario, había que reparar los cacharros rotos ya fuera por el uso o por accidente. La laña es como una grapa, de hierro o cobre que se utiliza para unir las partes rotas de los cacharros de cerámica (barro) o loza fina (porcelana). Estas lañas tenían distintos calibres según fuese la pieza a lañar, ya que se lañaban desde platos ondillas como piezas más frágiles a lebrillos de matanzas, tinajas tanto de agua o vino, es por lo que se usaban distintas lañas.
A Juana el artesano le resultaba conocido, pero no conseguía recordar dónde lo había visto, ni en qué momento. Pero le resultaba familiar. Era un hombre de pocas palabras: apenas había cruzado con él algunas, pero su forma de hablar no correspondía con su profesión y eso la intrigaba. Un día se cayó un puchero sobre un lebrillo de matanza del Puente del Arzobispo, que había pertenecido a su madre la Encarna y porque era una pieza valiosa y porque había pertenecido a su madre, decidió repararlo poniéndole unas lañas.
-Cuando venga la próxima vez el paragüero misterioso le diré que me lo arregle- Se dijo
Una mañana escuchó el chiflido y la voz del paragüero y salió a la calle a demandarle sus servicios:
-¡Oiga maestro! Llamó
-¿Qué desea señora? Gustoso de servirle-
-¡Atiuste que educado! Usted perdone por la expresión, pero es que creo que usted es más de lo que aparenta-
-A veces las apariencias engañan señora. No todo es lo que aparece-
-¡Odo que sí! Pero yo sé distinguir el oro del orillo-
-Dicen que el hábito hace al monje. Ya quisiera yo ser distinto de lo que soy. Pero dígame en que puedo servirle-
-Que me repare un lebrillo por favor-
-Eso está hecho señora-
Unos gritos desgarradores provenientes de casa de la vecina, cortó de forma intempestiva la conversación. La Antonia apareció con su hijo en brazos presa de convulsiones y con el rostro cianótico-¡Mi niño se me ahoga!-Gritaba la pobre mujer, presa del pánico demandando ayuda.
-Una navaja, rápido- demandó el paragüero.
-¿Qué? Preguntó la Rubia con ojos como platos-
-Una navaja y un canutillo si tiene alguien de las que utilizan los chiquillos para lanzar las almecinas-
-¿Qué se ha tragado el niño?-
-Una ciruela. Estaba comiéndosela y se le ha atragantado-
-Tiendan al niño en el suelo. Deme la navaja señora y no teman, se lo que me hago: soy médico-
Tomó la navaja que le tendía Juana y advirtió: -sujeten fuerte al niño y no se asusten. Localizó la tráquea del niño con los dedos y realizó una escisión con la navaja.- ¡El canuto! Demando de forma enérgica. Hizo presión con los dedos para agrandar la incisión e introdujo el canuto. Enseguida cesaron las convulsiones de niño y fue recuperando paulatinamente el color y la respiración que al poco se normalizó.
Todos miraban con una mezcla de estupor y admiración al presunto paragüero trasmutado en médico. La madre le besaba las manos:- ¡Dios le bendiga! Ha salvado a mi niño-
-Era mi obligación como médico señora. Ahora tiene que llamar al médico del niño o al ambulatorio, para que le extraigan la ciruela y le cosan la herida: en dos días como nuevo. Y que le sirva de experiencia. Nunca pele una ciruela para que se la coma el niño. Son resbaladizas como una anguila. La deshuesa y la parte en trozos para que la coma-
-Por favor ¿Sería tan amable de darme un vaso de agua? Le pidió a Juana.
-Le ofrezco mejor un café. Entre en casa por favor doctor Linares-
-¿Cómo me ha reconocido?-
-Yo venía dándole vueltas a la cabeza sobre su identidad y cuando dijo que era médico tuve como un flash y recordé haberlo visto en el hospital de sangre de Hellín durante la guerra. Yo tenía una amiga, Gloria que era enfermera en el hospital-
-¡Ah Gloria! Con su padre fui hasta Alicante camino del exilio-
-Y con mi marido Eugenio Andreu-
-Lo recuerdo. Casi todos lograron embarcar en el carguero Stanbrook. Yo me quedé en el muelle viendo con lágrimas partir el buque que era mi última esperanza para no caer en mano de los fascistas que rodeaban el recinto portuario de Alicante-
-¿Y como ha llegado a esta situación tan en desacuerdo con su cualificación? Aunque me lo imagino por las situaciones que he vivido y por otras que me han contado en el exilio de Argelia-
-No quisiera aburrirla con mi historia ni que se compadeciera de mi situación, porque no es consecuencia ni de mi degradación ni de mi pérdida de dignidad. Es consecuencia de la represión de aquellos que despreciando el poder legalmente establecido, se sublevaron contra el pueblo acabando con la libertad y sembraron de muerte y arbitrariedad nuestro país-
-No me aburrirá con seguridad. Y creo que a usted le vendrá bien descargarse de todas las miserias y humillaciones a que ha sido sometido y que como bien me sé, es imposible de expresar libremente en un país sometido a una feroz dictadura-
-Tras la salida del último barco del puerto de Alicante, los refugiados republicanos fuimos reducidos por las fuerzas de la división Littorio italianas y nos concentraron a cerca de 10.000 personas en un reducto alambrado de apenas 80x200 metros en un solar en la Goteta , Vistahermosa entre la carretera de Valencia y el mar-
-¡Qué barbaridad! Tanta gente en tan poco espacio-
-Eso no fue lo peor. Estuvimos seis días sin comida y solo había un pozo agrícola para beber. Carecíamos de servicios y era tal nuestra carencia de alimentos que los propios italianos nos repartían su provisiones. Hacía un frío atroz y desde los altos algunos desalmados ametrallaban al grupo y de noche, patrullas falangistas hacían sacas indiscriminadas que acababan en las fosas del cementerio de Alicante-
-Cuando acabó ese infierno, nos distribuyeron entre el Castillo de Santa Bárbara, la plaza de Toros, la prisión provincial y un campo en Albatera que no eran sino sucursales del infierno anterior. Yo fui al campo de Albatera donde estuve tres meses a pan y lata de sardinas y en angustia permanente de que no fuera víctima de las sacas diarias de los falangistas que diezmaban el campo junto al hambre y las enfermedades. En julio fui conducido a Hellín donde fui sometido a un juicio sumarísimo por auxilio a la rebelión y condenado a veinte años que empecé a cumplir de forma inmediata en el penal de Ocaña, que comparado con mis otras experiencias carcelarias era un paraíso-
-Cinco años cumplí hasta que con motivo de la onomástica del dictador, fui agraciado con una amnistía-
-Pero sigo sin entender como ha acabado como paragüero un hombre de su condición-
-Estando en Ocaña recibí una carta del colegio de médicos de Albacete en la que con estos términos se me comunicaba que la Comisión permanente del Colegio Oficial de Médicos de Albacete, una vez vistos los informes de su actuación político social, antes y durante el Glorioso Movimiento Nacional, ha acordado depurarlo con sanción y pérdida de ejercer la medicina. Lo que me comunicaban para mi conocimiento y efectos. Y tras la firma y el sello, la consigna que todo lo hacía inmutable: Por Dios España Y su Revolución Nacional Sindicalista-
-Después de aquello, la única actuación médica que he efectuado ha sido la traqueostomía que le he realizado a ese pequeño-
-¡Dios mío!-
-Ello llevaba aparejado el estigma de rojo peligroso y como tal, me impedía trabajar como asalariado, pues cuando lo intentaba, actuaban de inmediato y obligaban a mi despido. Todos mis pasos estaban controlados-
-¿Y no tiene familia?-
-Estuve casado, pero cuando terminó la guerra, el régimen declaró nulos los matrimonios civiles y mi mujer que tenía una relación fuera del matrimonio, aprovechó para casarse-
-¿Por qué no se marcha al exilio? Allí puede reanudar una nueva vida-
-Lo he pensado. Pero no sé si es que pienso que sería una derrota y darles la razón o pereza. La cuestión es que me he dejado llevar…-
Juana quedó en silencio. La historia del doctor Linares. Otra más de las miles que había producido esa guerra fratricida sin sentido ni razón. En ese momento se acordó de la sentencia pronunciada en la Universidad de Salamanca por Millán-Astray delante de un sorprendido Unamuno: ¡Muera la Inteligencia! Entonces comprendió todo su significado y unas lágrimas bañaron sus ojos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

Atambor XXIX Antonio del Carmen López Martí

Atambor XXIX Ya que estamos en el mercadillo medieval de Hellín, no está más de recordar que dos alcaldes de Hellín uno en 1483, Juan de Val...